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Quien más quien menos ha visto alguna vez Cuéntame . Quien más quien menos –sobre todo si está en edad de vacunación– habrá percibido algún rasgo de su padre en Antonio , el patriarca de la familia que lleva veinte años recreando momentos de la historia de varias generaciones desde 1968. Quien más quien menos había imaginado ver en esa serie el momento en que cualquier Alcántara encendiera (¿encendiera? ¿Está bien dicho o es una expresión en desuso propia de la generación de Cuéntame ?) la tele y se viera en una serie llamada Cuéntame cómo pasó.

Todavía no ha sucedido eso pero esta última temporada (que termina este jueves con un episodio tipo ‘bonus’ o extra) ha desconcertado un tanto a la audiencia ya que ha optado por dos puntos de vista temporales para contar el paso de tiempo. De un lado, el punto de vista de lo que ocurrió entre 1993 y 1994 y, de otro, el del primer y segundo año de la pandemia de 2020. La serie iba por 1993 –cuando Felipe González volvía a ganar las elecciones después de los fastos de la Expo– pero un giro de guión llevó a un salto temporal en la narración y a contar de manera paralela qué pasaría en 2020 durante los tiempos de la COVID-19. Por eso ya sabemos que Antonio Alcántara murió mirando al cielo desde sus viñedos del pueblo.

Cuéntame ha optado, aparentemente al menos, por destripar su propio final (por un spoiler , que se diría ahora) y es un poco como quien llevara leyendo una novela de 800 páginas, se parara en la que hace 600 y se fuera a las 50 últimas para volver luego a la 600. En toda esa serie (además de presenciar cómo RTVE comienza a emitirla en 2001 tras el atentado de las Torres Gemelas) sólo queda una incógnita por despejar: las circunstancias de la muerte de la abuela Herminia . La ficción se ha puesto tan interesante o más que la realidad. Y tiene muchos puntos de vista.