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Las decisiones adoptadas por el Ministerio de Sanidad respecto a la segunda dosis de AstraZeneca constituyen tal cúmulo de despropósitos que estoy segura de que si se hubiese hecho a propósito, no hubiese salido tan mal. Ahora, después de sesudas deliberaciones y de un estudio preliminar del Instituto Carlos III, el Gobierno tira por la calle de en medio y decide, desoyendo otras opiniones de expertos, que se administre Pfizer para completar la pauta, combinando así ambas vacunas en la población menor de 60 años.

Pero no acaba aquí la historia porque, rizando el rizo de lo absurdo, el departamento de Carolina Darias , en un alarde descarado de eludir cualquier tipo de responsabilidad, afirma que quienes prefieran AstraZeneca pueden ponérsela de forma voluntaria.

Seamos serios, ya que el Gobierno no lo es, ¿quiénes están capacitados para decidir sobre este tema? ¿Cuáles son nuestros conocimientos para optar por una o por otra? ¿Cómo podemos elegir si carecemos de la información necesaria para ello? Es imposible, además de una temeridad.