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Ciudadanos se encuentra en plena caída vertiginosa en su devenir de montaña rusa. Poderes económicos, empresariales y mediáticos hicieron todo lo que estuvo en sus manos para que el partido naranja subiera a los cielos disparado como un globo de helio y no han hecho nada para evitar el pinchazo y que el globo caiga en picado despedazado en microcomponentes. El PP, devorado desde dentro por sus propios casos de corrupción, dejó de ser un partido útil para algunos y ahí empezó el ascenso artificial de Cs, que acabará en una caída estrepitosa a los infiernos si el patrón de Catalunya y Madrid se repite en próximas elecciones en otras comunidades autónomas, cosa muy probable.

El proceso de desguace ha comenzado con la salida de algunos destacados dirigentes de la formación, entre los que el actor Toni Cantó ha jugado un papel protagonista en este sainete. También en Palma se está produciendo una lenta fuga de militantes de la formación naranja al PP promovida por exafiliados ‘populares’ que se fueron a Cs y que ahora han vuelto.

El éxodo de militantes está siendo silencioso, no así la crisis interna que vive el grupo parlamentario, que está resultando tremendamente ruidosa. Cs, como Podemos, es un partido de aluvión. Había prisa por montar una nueva formación y en ambas recalaron gentes diversas con intereses no siempre confluyentes sobre los que en algunos casos no se hicieron las mínimas comprobaciones previas sobre su idoneidad. En la anterior legislatura el aluvión se vio nítidamente en Podemos, con la descomposición del grupo parlamentario y la salida de algunos elementos singulares.

En esta le ha tocado a Cs. El grupo parlamentario se deshace y, como pasó con Podemos, no es por razones políticas sino por una combinación de ambición, recelos y agravios personales. Tres de los cinco diputados han promovido un golpe contra la actual portavoz, Patricia Guasp, sin que se sepa muy bien cuáles son los argumentos. Hablan de falta de coordinación y puede que la haya habido, pero también es incuestionable que Patricia Guasp tiene unas habilidades como portavoz de las que carece el propuesto Marc Pérez-Ribas.

Este golpe de mano contra Guasp no lo apoya nadie en el partido, sino todo lo contrario porque Guasp ha concitado el respaldo de las direcciones de Balears y de Madrid, síntoma evidente de que las causas políticas son ajenas a la crisis parlamentaria. La crisis tiene mucho que ver con el hecho de que uno de los diputados, Maxo Benalal, tendrá que devolver 15.000 euros al Parlament tras pedir que se regularicen sus dietas. Cs se pone a dieta. Está por ver cómo acaba el motín contra Guasp pero una cosa está clara: todo este espectáculo contribuye aún más a que el globo de helio se descomponga en micropartículas aún antes de que lleguen las elecciones.