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La aparente mejora de las expectativas turísticas le sirve al socialismo insular para postergar el análisis de las elecciones madrileñas de la misma forma que la última performance de Pedro Sánchez, a cuenta de la España de 2050, pretendía desplazar el foco del azote de realidad sufrido en Madrid, previsión que la crisis de Ceuta hizo añicos en apenas unas horas.

La elusión de las propias responsabilidades es una seña de identidad del ‘sanchismo’, esa estructura de poder personal en que Sánchez ha convertido el PSOE centenario, de la que participa plenamente su delegada en Baleares, Francina Armengol; de tal manera practican el escapismo de cualquier escenario que no se ajuste a sus propagandas que la conflictividad propia de una sociedad compleja como la nuestra les resulta ajena. La caótica gestión de la pandemia y del proceso de vacunación sigue proporcionando ejemplos cada día que pasa.

Las culpas son, siempre, de los demás, mayormente de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a quien dirigentes baleares como Armengol y su adjunto Iago Negueruela, con el entusiasta apoyo de la ministra de Exteriores, la misma que se ha lucido con la crisis marroquí, achacan el cierre para España del mercado turístico británico, obviando torticeramente el hecho de no haber dado un palo al agua para intentar convencer al Foreing Office de las bondades y la seguridad de Baleares como destino. El culmen de esa antipolítica se da tanto en el Parlamento como en la Cámara autonómica balear: cuando la institución no se comporta como una prolongación del Ejecutivo se descalifica a la oposición reclamando el sentido de Estado del que carecen el ‘sanchismo’ y sus asociados. El 4–M, los electores madrileños premiaron el empeño en hacer compatible salud y economía y castigaron una política de pactos que Alfredo Pérez Rubalcaba bautizó como Frankestein. Unas alianzas alentadas y practicadas por Francina Armengol en Baleares con más o menos los mismos protagonistas.

Aun sin las payasadas de Iglesias, la representación de Podemos en los gobiernos de las instituciones de las Islas está a la altura de sus espejos nacionales, cuando no los supera: la buena noticia que es para el vicepresidente Yllanes que no vayan a venir tantos turistas como en 2019 porque así se avanza en el cambio de modelo económico queda para los anales del sinsentido; la incompetencia de Jarabo en el Ayuntamiento de Palma, o las particularidades de una concejal que dedica su tiempo al feminismo, a los gais y lesbianas y demás colectivos de las siglas LGTBI y que relaciona el tamaño de los atributos masculinos con la violencia machista también son de destacar; como el caso del ínclito titular de las carreteras del Consell de Mallorca que con su ausencia en el acto de inauguración de la autopista Llucmajor–Campos reniega de la obra más esperada por miles de ciudadanos durante muchos años y demasiadas muertes.

Pedro Sánchez precisa de Bildu e independentistas catalanes y vascos y Francina Armengol necesita también a Més para presidir esta Comunidad; en términos de identidades políticas, las gentes de Més quieren parecerse a unos y otros independentistas. Esa es la alianza que se ha juzgado en las urnas en Madrid y, aunque cogido precisamente por los pelos: cuando veas las barbas del vecino…