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El socialismo se derrumbó en Madrid no solo por la demoledora campaña de la presidenta Ayuso sino, también, por la falta de relato por parte del Gobierno de Pedro Sánchez que se ha visto desbordado por las incertidumbres de la pandemia.

El presidente consiguió la investidura con dos temas estrella: la agenda catalana, esperando en llegar a acuerdos de compromiso con el independentismo, y la vuelta a la normalidad de antes de las reformas de los gobierno de Rajoy, ley mordaza y reforma laboral. Pero la irrupción de la COVID-19, y la urgencia de dar respuestas y tomar medidas ante una crisis inédita de dimensión global, relegaron a un segundo plano la mayor parte de la agenda política pactada y todo el discurso político se ha activado en torno a la gestión de la pandemia.

La improvisación y la falta de unidad de criterio en la gestión, comprensible en los primeros meses pero injustificable desde finales de año cuando ya se tenía cierta experiencia sobre la evolución de los contagios, dieron justificaciones y vía libre a las demagogias negacionistas y a la campaña electoral trumpista de Madrid, en que la izquierda ha castigado a su partido natural votando a los ‘populares’ y a Vox.

Tras el desconcierto postelectoral, el Gobierno anuncia que se centrará en la vacunación masiva, la economía y recuperar la agenda progresista pactada en la investidura, en la confianza que va a contrarrestar la ola derechista que, exageradamente, el PP extiende al resto del país.

Al margen del valiente, y necesario, programa España 2050 se percibe parquedad de ambiciones en cuanto a la agenda estrictamente política. Los análisis de prospectiva de los asesores de gabinete minusvaloran los factores endógenos que explican el descosido nacional. Volverán a equivocarse. Lo hicieron cuando apostaron por la repetición electoral, sin darse cuenta que la sentencia del ‘procés’ incendiaría las calles de Catalunya y polarizaría aún más a la derecha de Colón; volvieron a pifiarla cuando no calibraron bien que Ayuso estaba buscando cualquier pretexto para la convocatoria electoral y tiraron su credibilidad cuando renunciaron a un nuevo liderazgo socialista en Madrid.

La COVID-19 ha impuesto su calendario. Es seguro que el éxito de los plazos en la vacunación y la gestión de los recursos que vendrán de Europa, que no contentará a todas las autonomías, mejorarán las expectativas electorales de los socialistas pero alguien tendría que recordar a sus asesores y al presidente la aritmética del Congreso, y que el tema de Catalunya será crucial. Sin la abstención de los soberanistas no hubiera sido presidente y, en un futuro, sin resultados sustanciales en la mesa de diálogo, y a estas alturas ni siquiera con los indultos será suficiente, no podrá contar con que se repita aquella abstención. Como tampoco podrá seducir a Ciudadanos porque, quizás, acabe como UPyD o el CDS, en agonía lenta o directamente fuera del hemiciclo nacional. El futuro político de Pedro Sánchez dependerá de si consigue mayoría suficiente para un segundo mandato.

Si quiere trabar con mayor seguridad esa segunda legislatura será preciso que la agenda política se amplíe y vaya más allá del pacto de investidura. Tendrá que revisarse qué no ha funcionado y, también, si no sería el momento de clarificar y simplificar el sistema autonómico; claramente hacia una estructura federal con la que Madrid debería estar encantado.

Habría de abrirse una segunda línea en la agenda política orientada a reformas de estructura y simplificación administrativa, más en concreto, en la funcionalidad del Senado y forma de elección, yendo hacia un modelo similar al alemán aunque teniendo en cuenta los hechos nacionales, o nacionalidades, que reconoce la Constitución.