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El tema del día será el resultado de unas elecciones que ahora, mientras escribo, son una incógnita. Una sociedad tendente al enfrentamiento únicamente ve vencedores o derrotados. Así serán interpretados los resultados electorales, como un pulso entre dos modelos de gobernar y entender los principios y los valores que deben imponerse.

Esta democracia se preocupa más del adversario que de los problemas y necesidades; desgraciadamente incentiva la disputa o el deshumanizar los grupos o colectivos que no estén en la misma corriente. Es más, agita la violencia amparándose en el grupo y, en definitiva, el grupo es el partido. Unos pocos partidos que intentan mantener el control de la oferta electoral, de los medios, de los influencers de todo tipo que se posicionan a favor de unos u otros. El sistema ya no va con la ciudadanía, no va con la transparencia y la información (se lo pueden preguntar a los miembros de la oficina de Anticorrupción de nuestro Parlament).

Puede que se haya votado desde la crispación, puede que estemos construyendo un futuro desde dos bandos que son irreconciliables. Estoy convencido que ello solo es así cuando nos ponemos, nos ponen, en modo política. Esta sociedad tiene otros registros y temas donde el sentimiento que la mueve es otro. No quiero ser fatalista ni tampoco voy a pensar que lo que ocurre en España es exclusivamente patrio y viene determinado por un pasado que no hemos podido superar. Tenemos la capacidad y fuerza como individuos y sociedad para marcar un nuevo camino donde el optimismo y la solidaridad sean las guías que todos atiendan. No es difícil, bastaría con cambiar de perspectiva. Hay que relativizar el peso de todos aquellos que buscan el enfrentamiento (para su provecho). Toca superar esa clase política que se burla de la sociedad haciéndole creer que tiene las recetas para el bienestar.

Creo en los discursos que puedan generar una sociedad más cooperativa y cohesionada. Incluso en el mundo animal la cooperación se utiliza para el bien común. Somos seres racionales y la convivencia prima por encima de la lucha y la violencia. Es hora de reconciliar y ello supone un ejercicio de cambio. Los resultados de unas elecciones son un mandato de trabajo, de diálogo, de superación. Los políticos no deben imputarse errores sino trabajar conjuntamente para evitarlos. El cambio debe empezar en ellos, pero debe ser impuesto por una sociedad que está cansada de tanto circo y egocentrismo. Representar a los ciudadanos es un honor y una responsabilidad y este escenario debería producir una reciprocidad y cercanía entre los elegidos y los ciudadanos.

La pandemia ha generado desafíos que no pueden resolverse con la dinámica actual. No hay que originar nuevos conflictos, hay que solucionar problemas. El bienestar común beneficia a todos y eso es indudable. Ello exige pensar de manera global, sin distinciones, desde la comprensión. Las urnas son una utopía. Los resultados una oportunidad para conseguirla.