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Admitiendo que el ejército es una nación dentro de la nación, también hay que aceptar que esa segunda nación, el ejército, ha manifestado tendencia a cargarse a la primera. Uno, creía que en el siglo XXI los militares sabrían estarse quietos en sus instalaciones, entregados a su labor, por más que nunca he llegado a saber muy bien en qué consiste hoy en día. Quizás ahí reside el problema, no se están quietos porque no tienen gran cosa que hacer. Pero, si tienen que hacer algo no consiste en alarmar a la población con argumentos extremistas. Ocurrió en España, recuerden la carta de unos 70 mandos retirados dirigida a Felipe VI en la que se ponía a pan pedir al Gobierno de Pedro Sánchez , y acaba de suceder en Francia. Veinte generales retirados y más de mil exmilitares han publicado una carta en la revista ultraconservadora Valeurs Actuelles en la que avisan del riesgo de «desintegración» del país, y hasta del estallido de una guerra civil. Es cierto que hablamos de militares retirados, pero en la consideración de los civiles, cuando se ponen así, no dejan de resultar temibles. Especialmente cuando irracionalizan achacando las culpas de todo a los «antirracistas», los «islamistas y las hordas de los suburbios». A la ultraderechista Marine Le Pen le ha faltado tiempo para solidarizarse con esos militares justamente en momentos en los que la derecha y la ultraderecha francesas se hallan unidas en sus estrategias de agitación contra el Gobierno. ¿Les suena? Pongamos que hablo de Madrid, y en este caso más que una canción es una maldición. Baroja lo dijo bien, el ejército no debe ser más que el brazo de la nación, nunca la cabeza.