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México y sobre todo Japón son los países que más me gustan entre los muchos que conozco por trabajo porque durante treinta años he escrito guías turístico-culturales de territorios de los cinco continentes (de Finlandia a la Patagonia, de Armenia a Nueva Zelanda). Japón es un país que deslumbra, es el cosmos, es la educación y el respeto, es lo opuesto al caos que representan México, con mucha gracia eso sí, y España, sin ninguna gracia, porque aquí unos políticastros de escasas entendederas, que funcionan a base de consignas asamblearias, están consiguiendo, en tiempo récord, hundirlo todo. En el país del sol naciente tengo dos grandes amigos, muy educados, cultos y excelentes personas, el señor Hiroshi Hirano , arquitecto y maestro de kendo, y su mujer, la señora Hirano, Yoshiko , excelente dibujante, especialmente de cómics y mangas. Con el señor y la señora Hirano he ido un par de veces a Yokohama dado que Yoshiko conoce muy bien la ciudad, estudió allí en una de sus escuelas con tradición cosmopolita, nos suele llevar al fascinante barrio chino de aquella urbe lleno de restaurantes magníficos. La señora Hirano nos contó la historia de Yokohama en la que tiene un papel relevante el estadounidense Matthew Calbraith Perry (1794-1858) sobre quien les voy a hablar hoy.

Matthew Perry fue uno de los oficiales navales más importantes que ha tenido Gringolandia, en 1846 ocupó el puerto de Frontera (Tabasco, Méjico), aunque su hazaña máxima fue lograr que las autoridades del shogunato firmarán el Tratado de Kanagawa por el que Japón se abría obligadamente a las potencias extranjeras. Lo consiguió tras intimidar con una flota de barcos de guerra a vapor (’los barcos negros’) el puerto de Yokohama (1853). Lógicamente las autoridades japonesas no se olvidaron de esa ignominia yanqui y esa fue una de las semillas de la Segunda Guerra Mundial. El comodoro Perry antes de aparecer en Tabasco y en Yokohama formó parte de la dotación de la escuadra norteamericana del Mediterráneo entre 1830 y 1832, concretamente estaba a bordo del USS Concord . Lógicamente hizo varias veces escala en el Port de Maó y en Palma. En todos los puertos en los que se detuvo compró grabados e imágenes porque su intención, y así lo hizo, era hacer un álbum que tituló Costumes of The Mediterranean para en el tornaviaje explicarle a su hija Sarah cómo eran las urbes del Mare Nostrum y como vivía la gente y también que aliño indumentaria llevaban en Gibraltar, Nápoles, Málaga, Cartagena, Menorca y Mallorca. Quería enseñarle también a Sarah cómo eran las ruinas de Pompeya, los campesinos, judíos, moros y cristianos, los uniformes de los soldados y oficiales de los distintos países. ¿Quién hizo los dibujos o guaches que fue coleccionando y pegando en su álbum amorosamente Perry? Pues no se sabe a machamartillo, pero algunos investigadores han apuntado que pudo ser Eduardo Young (1806-1856), sobre quien es muy difícil averiguar algo. Este álbum de Perry con tipos menorquines se encuentra en la Biblioteca de Libros Raros Beinecke que pertenece a la Universidad de Yale.