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Es interesante atender a las palabras que pronunció tras su detención Bernie Madoff , considerado el responsable del mayor fraude piramidal de la historia, cuando confesó: «Era tan simple, tan burdo, que con molestarse en hacer una sencilla comprobación lo habrían descubierto». Teniendo en cuenta que el montante del timo alcanzaba los 64.800 millones de dólares, lo cierto es que resulta alarmante que no se llevara a cabo una «sencilla comprobación», algo que prueba lo enrevesado que llega a ser el sistema capitalista. Madoff, fallecido días atrás, no se complicó la vida al organizar su chanchullo, simplemente recurrió al denominado esquema Ponzi, conocido también como trama piramidal. Es fácil, captas el dinero de unos inversores a los que aseguras pingües ganancias, y en caso de que te las reclamen, se les da largas como mejor se puede, o bien se les abona mediante los ingresos de nuevos inversores. Bien, o mal, mirado tampoco es muy distinto de lo que hacen muchas entidades acreditadas.

Como gurú financiero, Madoff progresó hasta que en el año 2008 sus manejos fueron denunciados a las autoridades por su propios hijos, lo que confiere al asunto una dimensión como de tragedia griega neoyorquina. Al coincidir ello con la quiebra de Lehman Brothers, y el negocio de las hipotecas basura, el desplome de Madoff quedó vinculado a la catástrofe financiera. Por sus delitos le cayeron 150 años de prisión, de los que cumplió algo más de 10. En febrero de 2020 solicitó su liberación, aduciendo su condición de enfermo terminal. Se le negó. Un revés más que se juntó a los que recibió en la etapa final de su vida. Codicioso que se aprovechó de otros codiciosos, no merece quizás mayor reproche que ellos.