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Alguien dijo que la mayoría de las personas se pierden por escuchar a las personas incorrectas y ello, mis queridos lectores, únicamente puede provocar dramáticas consecuencias como el terminar acatándose al credo de un mediocre colectivo denominado masa. De ahí que todos los momentos serían momentos de la verdad si el hombre estuviera presente en su propia vida y no vendiera con apabullante facilidad su alma. Cuán lejos estamos realmente de esa verdad, simplemente porque, bien por miedo o bien por esa deshonrosa falta de respeto a nuestra persona acabamos enterrando nuestro mayor e irremplazable tesoro, la propia esencia. Tal vez por ello nacieron, y todavía nacen afortunadamente, aunque pocos, algunos extraños seres llamados valientes que decidieron emprender su particular hazaña desoyendo letales consejos provenientes de un frenado y uniformado colectivo de sonrisa sardónica, amables formas y guión estudiado, cuya finalidad es la de complacer al máximo de personas posibles. Afortunadamente con el tiempo algunos descubren que ni todo lo que la mayoría abandera, cuenta o defiende, es en realidad lo políticamente correcto para el resto del mundo.

La gente confunde lealtad con interés y ese es uno de los grandísimos errores de la sociedad. Olvidamos que absolutamente todos somos brasas en extinción. Sí, algunos mueven sus pies bajo la mesa porque aprendieron a escuchar la música que emana en su corazón, simplemente aprendieron a bailar en silencio en medio del ruido que les rodea y a ver donde los demás únicamente miran y se conforman con la cuartilla que les es dada con un orden del día fotocopiado hasta la saciedad, o era acaso ¿la sociedad? Ahora he comprendido como grandes escritores, músicos, pintores y genios en general empezaron a crear sus grandes obras el día que decidieron crear un mundo en paralelo al ordinario donde todo era posible y así fueron obsequiándonos con pedacitos de su valiosísima alma con los cuales poder pensar que efectivamente existe un lugar donde todo puede volver a nacer, un lugar donde poder reconstruir, hallar la felicidad para regresar y gritar al mundo que hay vida más allá de ese falso y absurdo conformismo donde el segundero de un reloj sigue marcando impío nuestro destino. Lo más maravilloso es que ese lugar existirá eternamente siempre que lo sueñen en solitario.