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Plan arriba o plan abajo, probablemente tenemos en España y nacionalidades adjuntas unos 70.000 planes para invertir los 72.000 millones a fondo perdido procedentes de la UE que ya están al caer, pero como habrán tenido ocasión de informarse por el griterío ambiental de estos días, el plan que importa es el del Gobierno. El mayor plan de todos los tiempos, asegura el presidente Sánchez . Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, parece que se llama, y si no saben qué pinta ahí la fea palabreja ‘resiliencia’ procedente del relamido vocabulario psicológico, la verdad es que nada. Hace bonito, equilibra las siglas RTR; al Gobierno le gustan los nombres largos y psicológicos. Y si van acompañados de una lluvia de millones, más. Con mucho dinero todos los planes son perfectos, y no hace falta diseñar un plan B; basta que sea un poco difuso, un tanto misterioso, elástico como un poliedro de caras blandas. Deformable sobre la marcha, pues contiene en origen el plan B, el C y los que hagan falta.

Esto ya lo explicó hace 2.500 años Tathagata , nombre con el que se refería a sí mismo Buda Gautama : «Lo que existe se halla contenido en lo que no existe, lo que tiene forma en lo que no la tiene». Digamos que se trata de un plan vagamente zen, que renuncia a lo superfluo y se ciñe a sectores básicos. ¿Y qué es lo básico? Modernización, digitalización, 5G, energías renovables, inteligencia artificial, automoción verde, movilidad sostenible…Cosas así, más algo para el turismo, la industria aeroespacial (!) y el sistema de salud. Consolidar el crecimiento y la modernidad, en definitiva, así como la recuperación, la transformación y la resiliencia. Todo ello contenido en lo que aún no existe, ni tiene forma.

Plan perfecto si no fuera porque cada sector, básico o irrelevante, también tiene un plan, igual que cada autonomía, partido político, ayuntamiento, gremio y así hasta los 70.000. Por no hablar de analistas, observadores, tertulianos y expertos, que tienen varios. De ahí el griterío en sede parlamentaria. Las virtudes de un plan se conocen cuando choca contra otro plan (o contra 70.000), y en eso gana el del Gobierno, que es blando, elástico, deformable y difuso.