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De tanto en tanto, por no decir con una frecuencia cada vez mayor, uno tropieza con informaciones que realmente te hacen dudar que estemos a estas alturas de la trayectoria histórica en la que nos hallamos, o cuando menos en la que deberíamos hallar. Mirando hacia Italia, país de los primeros en la UE, y a cuento del viaje de Mario Draghi a Libia, se ha sabido que la Fiscalía de Trapani, en Sicilia, ordenó pinchar los teléfonos de una serie de periodistas italianos cuyo trabajo se centraba en la labor que llevaban a cabo las oenegés que operan en el Mediterráneo y en Libia. A la vez, y a título de inquietante anécdota, cabe destacar que la citada Fiscalía tendría ciertos ‘perfiles’ de informadores españoles que igualmente trabajaban en el asunto. Sigamos. La investigación intenta teóricamente averiguar si alguna de las oenegés favoreció de alguna manera la inmigración irregular.

Francamente, se trata de una vaga búsqueda por parte de la Administración italiana, que no parece justificar en ningún momento que ahora se disponga de gran cantidad de datos sobre conversaciones, relaciones personales, fuentes y contactos de ciertos periodistas, algo que por cierto pudo motivar que los informadores recibieran amenazas de las milicias libias. Obviamente, en este caso se está poniendo en jaque a la libertad de prensa –maniobra últimamente muy de moda–, dada la gravedad que suponen la interceptación de unas conversaciones telefónicas. La protección de las fuentes que utiliza un periodista está en la base misma de su quehacer laboral, y menoscabarla conduce irremisiblemente a una muy seria limitación profesional. Sea, como comentamos ahora, en Italia, o en cualquier lugar del mundo.