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Ponemos toda la fe en las vacunas que, como siempre, somos los últimos en reclamar y adquirir. Ocurrió con las mascarillas a principio de marzo al iniciarse el confinamiento con obligatoriedad del uso de mascarillas y desinfectantes. Y obedecimos, nos quedamos en casa hasta las ocho, cuando salía toda España al balcón para aplaudir el reconocimiento por agotador esfuerzos de los sanitarios. Sin embargo, las mascarillas no llegaban, al extremo de que el Govern se puso en manos de un despacho de abogados, con asesora china, a quien se envió a Wuhan a comprar material urgente. Por fin llegó un avión lleno de material, aun cuando paró para distribuir género a otro país. Las mascarillas nos salieron caras y sin homologar.

Lo mismo está sucediendo ahora. Madrid prometió vacunas suficientes para todos. En Balears solo pudieron vacunarse un 10,5 % de la población, a trancas y barrancas, dado que pararon una semana por una vacuna dudosos. Finalmente nos enviaron las dosis contra la COVID-19 vacunándose 42.090 personas (el 83,3 %, de las 50.480 dosis recibidas). Algunos apuntan que en junio estaremos vacunados el 70% de baleares; otros opinan que terminará la vacunación en septiembre. Existen tantos pareceres entre políticos y virólogos que ya no podemos creerles. Solo queda esperar y ver el desenlace de cada día.

Desde todos los ámbitos, y países, se exige mayor número de vacunas, lo único que nos protegerá del virus que, aunque no desaparezca, algo es algo. Tenemos tres o cuatro marcas de laboratorios, pero lo gracioso es que el mundo está dividido entre aliados y enemigos: unos compran en países afines políticamente; mientras que otros no tienen acceso a determinadas marcas, según la ideología. Ja tenim la Seu plena d’ous . Nosotros pensábamos que al pertenecer a la UE formaríamos una verdadera unión: ayudándonos, defendiéndonos, curándonos, en una palabra, creíamos que no habría más guerras; tendríamos idéntica igualdad, los jóvenes tendrían trabajo y se ganarían la vida estupendamente bien.

Parece que la Unión Europea se desinfló. Ahora los Veintiséis miembros actúan a su aire: unos no quisieron pasarse al euro, otros no aceptan las leyes comunitarias, en algunos países no admiten migrantes: estamos en un batiburrillo de mucho cuidado. Los políticos cada día son más débiles e inexpertos, sin prestigio ninguno. Mientras, los países ricos se echaron para adelante y compraron vacunas directamente a laboratorios: al resto que les parta un rayo. Egoísmo al cuadrado.