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Sin vacunas no hay temporada. A la evidencia, el dirigente empresarial de la restauración mallorquina, Alfonso Robledo , añadía, sin retóricas inútiles, que si falla el próximo verano «toda Mallorca se va a tomar por el saco». La inoculación a gran escala lleva camino de convertirse, de tanto anunciarla, en el cuento de nunca acabar, como aquellas historias que se cuentan a los niños que se repiten una y otra vez hasta que la paciencia se agota.

Un paseo por un eje comercial de privilegio como es Jaume III, en Palma, permite contar hasta siete portales con el fatídico rótulo de disponible, barrera bajada y, por supuesto, pintarrajeada. Una visión que se repite en todas las Islas y no solo en los establecimientos comerciales; desde la oposición parlamentaria se ha cifrado en más de 4.000 las empresas de Balears que han desaparecido durante el primer año de la pandemia (por encima de 120.000 los trabajadores sin ocupación, con y sin ERTE), para las que llegan demasiado tarde los mil millones de supuestas ayudas directas que Francina Armengol y sus corifeos han celebrado como si este dinero pusiera fin a la pandemia. El anuncio –de momento es solo eso, un titular– coincide con datos de contagios y muertes mejores que hace solo unas semanas, que sitúan a Balears en zona de riesgo bajo. Al año del tardío reconocimiento oficial de la pandemia algo hemos aprendido: la suavización de las restricciones trae consigo un repunte de infecciones. Y fallecimientos, camino de las 800 personas en nuestra fatal estadística. De forma que el alivio que significa la relajación de las limitaciones a causa de la COVID para determinados sectores económicos es momentáneo y puede anticipar recaídas insalvables cuanto más cercano sea el comienzo de la temporada turística. Hasta hace nada hemos pagado las consecuencias de la pasada Navidad. En el recuerdo, los fallidos corredores turísticos seguros del verano pasado.

A medida que pasan los meses mayor es la losa de la falta del necesario liderazgo político para afrontar la emergencia sanitaria, económica, social. No ha habido capacidad ni voluntad para tirar a la papelera los presupuestos públicos surgidos de los pactos para el reparto de las instituciones entre los partidos de la izquierda gobernante y rehacer unas cuentas públicas, con la participación y el acuerdo de todas las formaciones políticas del ámbito parlamentario, que reflejaran las prioridades que el virus ha provocado: salud y economía, apoyo directo a empresas y autónomos. Ni siquiera el gesto de renunciar a parte de los emolumentos que perciben los gobernantes como mínima muestra de empatía y solidaridad con los ciudadanos que peor lo pasan. Avergüenza el voto contrario a la propuesta del PI de renunciar a la próxima paga extra en el que han coincidido la izquierda y, extraños compañeros de cama, Vox.

La secuencia de fotografías de la presidenta Armengol con la oposición con el pretexto de lo que, con las mayúsculas habituales, llaman el Pacto de Reactivación tiene toda la apariencia de pretender explotar los mil millones de Sánchez y el riesgo de quedarse en la foto. El doctor Miquel Munar , impulsor de la plataforma Vacunas, salud y economía, lo puede decir más alto, pero no más claro: hay que buscar vacunas por tierra, mar y aire.