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Pedro Sánchez ha advertido a PP y Ciudadanos que esperen sentados. Que no piensa convocar elecciones hasta que finalice la legislatura en su plazo ordinario. Dado que los últimos comicios fueron el 26 de junio de 2016 los próximos pueden ser, como máximo, el 26 de julio de 2020. 

Para conseguir su objetivo está negociando de manera desesperada con los independentistas catalanes. Con los vascos ya lo tiene cerrado. Igual que con Podemos. El canario progre está en el bote. Así que sólo le queda el flanco nacionalista catalán. El sector ERC parece entregado, la porción razonable de Convergencia está por la labor pero los irreductibles ultranacionalistas de Puigdemont y Torra es una incógnita hacia qué se inclinarán al final. Ahí está el objeto del deseo de Sánchez y hacia ellos se dirigen sus denodados esfuerzos. 

El presidente quiere atraérselos a base de promesas de dinero. La táctica de siempre del Madrid eterno. La consideración de los nacionalistas catalanes como unos comerciantes que buscan nada más que el máximo beneficio económico inmediato. Se equivoca de medio a medio. Puede que sí, que consiga un voto táctico – al fin y al cabo, ¿qué alternativa tienen los nacionalistas al actual Gobierno nacional, acaso uno de PSOE-Ciudadanos u otro de PP-Ciudadanos-Neofascistas? ¿Alguno sería mejor para ellos que el débil, desesperado y dispuesto a todo actual con tal de aguantar hasta 2020? Pero contando con que el siempre fascinante hombre sin principios ni ideologia consiguiera sacar adelante sus Presupuestos, el conflicto catalán seguiría igual de intenso. Eso es lo que en Madrid cuesta tanto de entender. Algunos creen que Sánchez lo sabe y le importa un comino, por supuesto, porque a él sólo le interesa él mismo. Sin duda él es lo primero y único, cierto, pero bien podría ser así y, además, estar imbuido de la típica forma de (no) entender Cataluña que en Madrid comparten tantos y tantos. Esa manera de (des) enfocar el conflicto catalán de la que de ninguna manera puede salir una solución. Es la creencia en que eso que ha venido en llamarse "el procés" es una invención de cuatro pirados, que si se les aparta a la fuerza – de ahí la aberrante utilización de la prisión preventiva de los independentistas presos – todo "el suflé" acabará en nada. Como si dos millones de votos separatistas ejercidos de forma reiterada pudieran ser manipulados con tanta facilidad como por la Villa y Corte se creen, como si en Cataluña aparte de TV3 no llegaran más televisiones, ni radios, ni diarios, ni existiera internet... 

La lógica indica que sólo existe un apaño para evitar males mayores. Que hasta que no sea factible una reforma de la Constitución se llegue a un acuerdo político para blindar la autonomía catalana – como lo está, de hecho, la vasca – en cuestiones esenciales – presupuesto, inversiones, lengua y cultura, etc. - que no puedan depender de quién gobierne en Madrid. O sea y en el fondo: aceptar que la unidad no significa homogeneidad y que la diversidad no debe depender de cómo Madrid quiera que sea sino que sólo deben decidir cómo es los que son y se comportan de forma política y electoral diferente al resto desde 1977, vascos y catalanes. 

O esto o seguir igual.