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Los separatistas andan a la greña. ERC no se fía ni un pelo de Junts per Catalunya (JxC) y éste todavía menos de aquél. Y el PDCAT está dividido en dos, entre los que se sienten más de JxC que de sus propias siglas y los que piensan que es de sentido común alinearse con la estrategia de los republicanos. En Madrid, mientras tanto, el PSOE ha decretado la contención, que nadie dé por hecha la división independentista, pero los socialistas no son capaces de disimular la satisfacción que sienten, previa a la euforia, por la posibilidad, que ellos dan por – casi - inexorable, de que el bloque secesionista se rompa y, tras unas nuevas elecciones autonómicas en Cataluña, se pueda alumbrar un gobierno transversal – ERC, PSC, Colaus y quizás algo del PDCAT- que, piensan, reconduciría la situación a un estadio de conllevancia razonable, aunque no fuera una solución porque ésta, al fin y al cabo, no existe.
Hay que reconocer que el optimismo socialista se basa en una suposición del todo lógica. El único factor que puede impedir la independencia catalana -además del uso de la violencia- a corto o medio plazo es la ruptura del bloque separatista. Sólo así la liberación del país catalán quedaría suspendida hasta nueva orden – a cambio de un significativo incremento de la capacidad de autogobierno para la Generalidad -, la cual no llegaría pronta sin de forma tardía. Si Pedro Sánchez lo consiguiese, está convencido que a la sazón el éxito le catapultaría a niveles de apoyo popular en las urnas que permitirían al PSOE dejar muy atrás la zozobra vivida durante los últimos años. Más aún por su política de solapar por la izquierda a Podemos. Entre una y otra se alumbraría, creen los estrategas de la rosa, una nueva fase de hegemonía que sin llegar a la de Felipe González, que fue de casi 14 años, se le acercaría en su longevidad. Tanto es así como que en Palma el PSIB confía a ciegas en ese éxito de Sánchez, convencido como está que arrastrará a parte de sus exvotantes -los que desde 2011 se fueron a la abstención y/o, más tarde, a Podemos- de nuevo al redil y que le darán cuatro años más de Govern, como poco. El análisis se basa en la incapacidad -que, es verdad, ya detectan las encuestas últimas, al contrario de lo que todos creíamos que pasaría- del PP de Pablo Casado de remontar el vuelo, que el crecimiento de Ciudadanos ha tocado tope y que la irrupción de Vox debilitará el bloque derechista en beneficio socialista. Ergo el éxito catalán y la política nítida de izquierdas de Sánchez serán suficiente para, dada la fragmentación que existe a la diestra y Ley de Hondt mediante, subir como un tiro en el número de escaños. Todo puede ser, sobre todo en política. Y hay que reconocer que lo que está ocurriendo en Barcelona y en Madrid en las últimas semanas parece dar razón a los estrategas socialistas y validar al análisis referido. Sin embargo, es todo tan frágil todavía que cualquier mínima desviación sobre lo previsto podría desbaratar de golpe las previsiones y el feliz edificio rosa - hoy sólo sobre planos teóricos - desmoronarse sin remisión.Veremos.