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La presidenta baleárica, Francina Armengol, ha visto cómo se desvanecía la razón que la ha animado desde hace tres años. Mariano Rajoy. La socialista captó muy pronto que era imposible conseguir obras tangibles para los ciudadanos que le pudieran dar réditos en las futuras urnas de 2019. Peor todavía: en pocas fechas entendió que no podría ahorrarse las críticas por el flanco ecologista y el más izquierdoso, con el riesgo potencial de perder unos votos que aunque fueran pocos, según cómo se distribuyeran todos en las próximas elecciones, pudieran resultar esenciales para que ella mantuviera el poder o, por el contrario, lo perdiera por un puñado de papeletas. ¿Qué hacer? La socialista pensó a la sazón que nada mejor que recuperar la vieja estrategia de los presidentes regionales que ven peligros en el horizonte por su incapacidad de gestionar con resultado concretos para los ciudadanos. Dar la culpa al maldito Madrid, epítome de todo lo malo que en este ultramar pueda uno imaginarse. Así lo puso en marcha desde la primavera de 2016. A cuenta de la reforma de la financiación autonómica y de la reivindicación del nuevo Régimen Especial de Baleares esperaba elevarse por encima de las disputas partidistas y aparecer ante los ciudadanos como la defensora de todos los baleáricos ante la terrible Villa y Corte que nos sojuzga por ser isleños. A lo largo de dos años ha estado pergeñando su invento, amplificado con esas reuniones con el ministerio de Hacienda y otros ámbitos que nos iban dejando la evidencia de la perfidia madrileña al no darnos ni el REB –largas, nos daban- ni mucho menos la reforma de la financiación. Ergo, el pobre gobierno de Armengol -se deducía- estaba siendo ahogado en sus dineros y por tanto poco podía hacer. No porque no quisiera o no pudiera sino porque Madrid lo impedía. Y de repente estalla la maldita moción de censura de Pedro Sánchez, a quien ella no dio apoyo en las elecciones internas del PSOE. Con el madrileño viviendo en La Moncloa a la baleárica se le acabó de forma abrupta su tan estimada estrategia plañidera. ¿Y ahora? Ahora lleva un mes pensando y repensando en cómo recuperar la iniciativa y compensar los destrozos. No le será fácil. Aunque, todo hay que decirlo, el hecho de que en el PP estén cómo están le da una ayuda que sin ella estaría a las puertas del desastre.