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La moción de censura de Pablo Iglesias no le ha servido de nada. A menos que algo sea pasarse un montón de horas discurseando en el Congreso. Si de eso se trataba, pues un gran éxito. Ahora bien, en cuanto a réditos políticos, ninguno. Peor todavía: demostró que no supo soslayar la nueva e incómoda situación en que respecto al PSOE le ha puesto la victoria tan clara de Pedro Sánchez en las elecciones internas.

En efecto, en momento alguno sus intervenciones ante el Hemiciclo ni fuera de él consiguieron zafarse de la sutil presión que el portavoz del PSOE, José Luis Ábalos, proyectó sobre él en el debate: que de buen rollo todo el que quisiese pero de pactos nada, que quien lidera la oposición son los socialistas, que si acaso Podemos dé apoyo a una moción de censura futura del PSOE contra el PP -que no avanzó pero no descartó-... y, en fin, todo un conjunto de novedades en la relación Podemos-PSOE que desconcertó al líder podemita, el cual acabó lanzando peticiones de colaboración a la bancada socialista. Impropio de quien de veras quiere liderar la oposición y que pensó esta moción de censura para inyectar más problemas en el PSOE.

Esta situación es inédita desde 2014. A la sazón la aparición de los morados puso a los socialistas a la defensiva infructuosa. Era un PSOE que no acertaba en nada, que en todo se equivocaba y que daba la sensación de que iba a convertirse en una especie de Partido Socialista francés, que se ha quedado en los huesos electorales.

Pero hete aquí que las mal llamadas primarias todo lo han cambiado. Así es. La elección interna de secretario general socialista se saldó con una victoria tan clara de Pedro Sánchez que incluso los barones más cercanos a la fracasada sultana andaluza Susana Díaz han tenido que mostrar vasallaje al madrileño. El cual tiene ante sí unos meses de tranquilidad para imponerse en casi todos los rincones orgánicos del país. Le quedará Andalucía y alguna región más, pero tendrá a su favor la mayoría de federaciones, amén de la comisión ejecutiva y el comité federal. Nada que ver con la debilidad que padeció antes.

Por otro lado, el contexto general también ha cambiado en relación a cuando el PSOE reculaba ante un ofensivo Podemos. La pinza entre los morados y el PP a través de La Sexta TV para liquidar a los socialistas ya ha hecho todo el daño que podía, está más que amortizada. La situación económica mejora lo suficiente como para que el discurso tremendista de Podemos se vea entre amplias capas de población -la clase media, en especial- como un recurso retórico excesivo y un tanto esperpéntico y por tanto está perdiendo su alimento principal, el que quitaba a los socialistas. El auge de los populismos en Europa parece haber tocado techo y amaga a la baja...

Y, por último, el propio Sánchez está actuando durante estas semanas transcurridas desde su victoria interna con mucha más inteligencia estratégica que antes. Habrá aprendido o está mejor asesorado. Pero de momento no ha cometido ninguna de sus ya archi famosas metidas de pata ni ha mostrado sus legendarios cambios de opinión en cuestión de días. Lleva casi un mes de secretario general y no se ha desdicho de nada. Increíble.

Todos estos nuevos elementos que no existían el año pasado no parecen haber sido bien calibrados por un Pablo Iglesias que anunció la moción de censura creyendo que ganaría en el PSOE Susana Díaz y que se ha dado cuenta demasiado tarde que quien está a la defensiva ya no son los socialistas sino él y los suyos, tal y como los sondeos de intención de voto empiezan a dejar ver.