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Antes de ser defenestrado, Pedro Sánchez defendió la unidad nacional española en un video el que una inmensa bandera española hacía de fondo de escenario y más tarde intentó pactar con los separatistas para pasar a asegurar, impertérrito, que de ninguna manera quiso pactar con ellos. Ahora, en la larga campaña por la elección a la secretaría general del PSOE, aseguró que estaba a favor de una reforma constitucional que convirtiera España en una nación de naciones, en un Estado plurinacional, para acto seguido aseverar que, en realidad, se refería a unas naciones “culturales” y a la plurinacionalidad “cultural”, fuere lo que fuere lo que quisiera decir, que nadie lo entendió. Insatisfecho aún con su proverbial incoherencia de nuevo ha hecho filtrar a los medios de comunicación que su equipo enmendará la ponencia política en el congreso federal del PSOE para que el partido defienda una reforma constitucional que imponga el Estado “plurinacional”, sin que se hayan dado más especificaciones sobre si se trata de la plurinacionalidad tal y como en teoría política se da por definida –el modelo confederal, unión voluntaria de iguales- o bien una interpretación libre de Sánchez y sus muchachos. El recordatorio de hasta qué punto el secretario general del PSOE no se ve en absoluto lastrado por la coherencia y los principios es necesaria para entender que tratándose de él es imposible saber qué opinará mañana sobre nada en general y en particular al respecto de qué tipo de Estado quiere. No obstante se puede argüir que cuando llegue a la presidencia del gobierno –y llegará- este país es muy probable que cambie profundamente. Nadie puede saber en qué, ni cómo, pero todos sabemos en el fondo de nuestro ser que el líder socialista es tan moderno, tan neo, que cualquier referencia pasada no sirve como elemento comparativo que nos pueda dar una remota idea de la forma que tendrá de presidir el Consejo de Ministros. Un gobierno suyo con Pablo Iglesias de vicepresidente, algunos de esos fantasmas de Podemos en ministerios clave con el apoyo de los nacionalistas post referéndum de segregación a buen seguro que hará las delicias de los periodistas. Es la única certeza que tenemos sobre Sánchez.