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Pablo Iglesias ha levantado el sable y ha ordenado la carga. Contra el PSOE. La lucha es a muerte, política. No sólo, ni principalmente, en estas elecciones. De hecho tales comicios no pasan de ser una mera batalla previa de la verdadera guerra. Que se iniciará en la misma noche del 20 de diciembre. Porque si las encuestas no se equivocan -y si lo hacen será todas a la vez, porque todas coinciden en lo esencial- los socialistas y los morados no podrán formar gobierno y competirán en la oposición por el futuro liderazgo de la izquierda española. Nada más. Nada menos. Será una guerra larga y políticamente sangrienta. Si todo va cómo los augurios demoscópicos nos dicen, Pedro Sánchez va a recibir una fuerte contestación interna desde el momento en que se certifique que ha llevado el PSOE hasta su peor resultado de la historia. Bueno, rectifico: eso no es motivo para nada, en el Partido Socialista. Porque, como se sabe, Francina Armengol consiguió tal hazaña en mayo, y sin embargo no hubo ninguna crítica interna en el PSIB y mucho menos todavía rebelión. Así que hay que ser precisos: Sánchez recibirá una fuerte contestación interna desde el momento en que se certifique que ha llevado el PSOE hasta su peor resultado de la historia... si no gobierna. Que si por cualquier disparatada combinación fuera presidente del gobierno, a pesar de haber hundido electoralmente a su partido, en el PSOE le aplaudirían entusiasmados, como ha pasado con Armengol en el PSIB. Pero si se hunde todo, aviado está. Así que el Partido Socialista entraría en crisis. Ya se conoce cómo va esto: comisión gestora, futuro congreso extraordinario, guerras intestinas, debilitamiento general... Y, mientras, el competidor, Podemos, se preocuparía mucho más de opositar contra el PSOE que frente al PP -que se supone que estaría gobernando gracias a Ciudadanos, la única combinación posible a no ser que se vuelva a urnas, claro- porque su objetivo sería tomar el espacio y votos de los socialistas, localidad a localidad, provincia a provincia, región a región, por todo. Para erigirse como la alternativa a la derecha en los futuros comicios. Esta guerra PSOE-Podemos se vivirá con más intensidad en Baleares porque la distancia electoral entre ambos partidos fue en mayo -y previsiblemente será el día 20- menor que la de sus referencias centrales en toda España. Así que por tanto no se puede descartar que el Govern de Armengol vaya a tener graves problemas en el inmediato plazo por su dependencia de los de Alberto Jarabo, siempre y cuando, claro está, se cumplan los pronósticos de las encuestas.