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Dijo que “de ninguna manera”, que “pase lo que pase” -en las urnas del pasado 24 de mayo- no “abandonaré” el cargo de portavoz parlamentario del grupo popular, y mucho menos “iré a Madrid”, una posibilidad que incluso lo ofendió cuando se la planteó un periodista. Así es José Ramón Bauzá. Él mismo lo dijo en la rueda de prensa de después de las elecciones. “Soy responsable y acepto mis responsabilidades” y por tanto, aseguraba, seguiría dónde lo habían colocado los votantes. Portavoz parlamentario y presidente del PP balear. Por supuesto tanta rotundidad le ha durado lo que un caramelo en la salida de un colegio -bueno, esto era antes, porque hoy eso de los caramelos para los críos que huyen de las aulas, mejor que no- ya que sus palabras, certezas e imposturas de dignidad se las ha llevado el viento. Bauzá quiere irse a vegetar al Senado cobrando un gran sueldo público durante los próximos cuatro años. Esto es la razón de tanta tontería y espectáculo. Todo lo demás le importa un bledo. Incluso la excusa que ha dado por tan maña desfachatez, “trabajar para las Baleares”, es tan repugnante que es como un escupitajo en el ojo. Se ríe de los ciudadanos, lo cual ya se sabía, pero es que también se cachondea de todos los votantes y, sobre todo, de los militantes del PP, algo que se intuía pero ahora se ha confirmado. Bauzá no sólo ha conseguido hundir a su partido a niveles tan profundos como no se había visto jamás en Baleares sino que, además, tras perder las elecciones nos ha regalado un espectáculo de mentiras, cinismo y barriobajerismo político que todavía no habíamos visto en esta región.