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A veces es difícil comprender las decisiones que toman los dirigentes políticos. Es el caso de José Ramón Bauzá y José María Rodríguez con Mateo Isern. El alcalde de Palma y el presidente se distanciaron enseguida. En las fiestas de San Sebastián de 2011 Isern fue abucheado por hacer su discurso en castellano. Tras aquel episodio dijo que se había “equivocado” y que en un acto festivo como aquel debería haber usado solamente el catalán. Lo cual cayó como una patada en el hígado en la Consolat de la Mar. El presidente entendía que si él decidía la política lingüística era todo el partido el que debía seguirla. Si había decretado la cruzada contra el catalán, Isern no era nadie para enmendarle la plana. Cierto es que luego la práctica totalidad de los municipios isleños, los consells insulares e incluso algunas de las mismas consellerías del Govern han hecho oídos sordos a los planteamientos delirantes de Bauzá respecto del idioma propio, pero aquel desmarque de Isern le dolió particularmente porque entendió que había algo más detrás. Según se cuenta, poco después hubo otras diferencias que el presidente quiso zanjar de una vez por todas en una reunión con el alcalde. Pero de alguna manera éste –no consta exactamente cómo- le dijo o le vino a decir, en cualquier caso dejándoselo entender claramente, que en el ayuntamiento de Palma mandaba él y nadie más. Un nuevo foco de hostilidades se le abrió al alcalde por lo mismo con el jefe de la agrupación de Palma del PP, José María Rodríguez, quien quiso, por decirlo gráficamente, “ponerlo a las órdenes” y el corregidor le contestó más o menos lo mismo que al presidente. Desde entonces Isern ha sido, como suele decirse, un verso suelto. Ha hecho caso omiso de cualquier insinuación, exigencia y/o requerimiento para que se pliegue a órdenes superiores. Lo cual le ha valido, por un lado, la animadversión de Bauzá –tanto por lo dicho como por los celos ante un potencial competidor de futuro- y, por otro, la de Rodríguez. A menudo podemos oír como los políticos de cualquier partido dicen que sus actuaciones se rigen por el bien común y por el del partido al que representan pero nunca obedecen a cuestiones personales. Es mentira, por supuesto. Como tantas otras cosas. Pero procuran que no se le note. Cómo estará el patio del PP, por tanto, que ni Bauzá ni Rodríguez tienen el más mínimo problema en que se haya conocido su inquina personal contra Isern. Han acabado con su carrera. Es una decisión tan equivocada que resulta casi imposible de entender. Porque mucho más damnificado que Isern lo será el PP.