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Las terribles imágenes de periodistas estadounidenses siendo fríamente degollados son algo más que asesinatos. Son la evidencia de que estamos en guerra. No es posible ni el diálogo, ni la diplomacia ni nada con la gente que impulsa la creación del Califato en Irak y Siria a sangre y fuego. Es significativo que las potencias aliadas -Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia..., no España, por supuesto, que a estos efectos no pintamos nada a la hora de decidir, aunque estemos en el punto de mira de los asesinos- estén planteándose -tal y como ya se ha publicado- la posibilidad de pactar con el presidente sirio, Bashar Al-Asad, para usarlo como punta de lanza contra los de Estado Islámico. A la vez, los mismos países, liderados por Estados Unidos, preparan bombardeos masivos contra las posiciones iraquíes de los terroristas.

Que los gobiernos principales de Occidente, junto a Rusia, vayan a pactar con el líder sirio es la más preclara muestra de hasta qué punto estamos en guerra contra la irracionalidad religiosa de Estado Islámico. Al-Asad ha sido desde hace muchos años la bestia negra de los occidentales. Recuérdese la ridícula “Primavera Árabe” que no trajo democracia a ninguno de los países que la padecieron, pero que sirvió para poner a Al-Asad contra las cuerdas. Todos los occidentales deseaban derrocarlo. Llegó la cosa a ponerse tan caliente como que le acusaron -que fuera cierto o no daba igual- de usar armas químicas contra los terroristas -eso que los gobiernos europeos y el de Estados Unidos consideraban luchadores por la libertad- como excusa para un ataque de la “coalición internacional” contra Siria, la cual pudo pararse in extremis tanto por la oposición rusa como porque en Europa empezaron algunos a darse cuenta que repetir la operación Sadam Hussein podría resultar letal, especialmente cuando en Turquia la islamización radical gana enteros a cada año que pasa. Así las cosas, se desbarató el posible ataque contra Al-Asad y éste acabará por ser el gran amigo occidental contra el terrorismo religioso de Estado Islámico.

El cambio radical en el cómo trata al odiado líder sirio Occidente da fe de hasta qué punto estamos ante algo muy serio. Esto es una guerra que no ha hecho más que empezar. Y en buena parte ha sido la ceguera estúpida nuestra la que la ha hecho estallar. Aquella locura de José María Aznar inventándose -junto a Bush y Blair- la excusa de las armas químicas -siempre lo mismo- para justificar el derrocamiento Hussein en Irak, luego la infinita idiotez de la Primavera Árabe y siempre la pasividad, o complicidad más bien, ante la monstruosidad de las dictaduras ricas árabes, cuyos miserables dirigentes, tan amigos de nuestro ex rey, financian el odio a las democracias en todos los países musulmanes, han traído como consecuencia esta aberración de Estado Islámico que se ha convertido en un seria amenaza para todo Occidente, nuestra casa.