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Dos friquis decidieron subir la cuesta de la plaza de La Sangre, en Palma, de rodillas, y con rodilleras, no sea que se lesionen, tras que Jaume Matas haya entrado en prisión, al igual que –hace más de un año- Maria Antònia Munar. Al parecer estos dos aspirantes a tener su minuto de atención mediática hicieron tan peculiar “promesa” si los dos políticos referidos llegaban a entrar en la cárcel. Es verdad que hay gente para todo, y el estrambótico episodio no tiene mayor importancia. Sin embargo el dúo friqui es representativo de un cierto tipo de ciudadano. El que ahora condena a todos los políticos del pasado, y a veces del presente, sin atender a matices, como es el caso de Munar y Matas, y sin reaccionar ante la pertinente sospecha de corrupción masiva actual. Sobre la situación judicial de los dos antiguos representantes nuestros no me interesa entrar. Es cuestión exclusivamente suya, de sus abogados, de los fiscales y de los jueces si les llega el caso. Allá ellos y lo que hayan hecho contrario a la ley. Social y políticamente, sin embargo, lo preocupante, lo realmente alarmante es que no existe ningún interés en analizar qué pasó en aquellos años. Cuántas asociaciones cívicas callaron –todas, absolutamente todas sin ninguna excepción-, cuántos sindicatos optaron por el silencio –todos, absolutamente todos sin ninguna excepción-, cuántas asociaciones ciudadanas se crearon para combatir la corrupción –ni una, absolutamente ninguna-, cuánta gente criticó la corrupción del partido al que no votaba pero negaba la existencia de irregularidades en el suyo –miles y miles-, cuántos partidos hicieron algo contra la corrupción propia –ninguno, absolutamente ninguno, y todos tuvieron  responsabilidad, al menos dando cobertura política a los sinvergüenzas- … No nos engañemos. No ha cambiado nada. La corrupción en España es masiva. Sigue siéndolo. No se acabó con Matas y Munar, ni con Pujol. Tenemos un partido que está gobernando el país sometido a la sospecha legítima sobre todo lo de Bárcenas, y nadie da una sola explicación. Tenemos al partido que lo sustituirá –en algún momento futuro- que está bajo legítima sospecha de corrupción generalizada en Andalucía, y nadie de su dirección da una sola explicación. Tenemos al principal sindicato, el socialista UGT, bajo serias sospechas en Andalucía por lo mismo y nadie, nadie da explicaciones. Ante todo esto nadie se moviliza, nadie dice ni hace nada... Repetimos exactamente los mismos silencios cómplices de antes. Eso sí. Dentro de algunos años algún otro friqui hará una ridiculez semejante a la del par de palmesanos. Y todos reiremos la extravagancia creyendo que la corrupción es cosa del pasado