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Los profesores y maestros han hecho la huelga como sus peores alumnos les perpetran los exámenes. Lo dijo Lorenzo Bravo –cuatro décadas de lucha sindical y dos de liderazgo en UGT, nada menos- en una radio, que esta huelga no era propia de sindicalistas. Tiene razón. Pero por muchos aspectos que se puedan criticar de la huelga –estrategia inexistente, tácticas ingenuamente cumbayá…- quienes la han hecho han sido profesores y maestros cuya inmensa mayoría viven dramáticamente este paro. No está en, digámoslo así, el ADN profesional de un docente hacer huelga. Padecen, y mucho, que un chico esté sin clases. Les desgarra anímicamente que los padres les pidan cuándo podrán volver a llevar a sus hijos al colegio. Les contrae el corazón esta situación. Es mentira que solamente piensen en el dinero que se les resta o que así tienen más vacaciones. Cuando se oye –o se lee- a algún energúmeno decir burradas de este calibre es porque es mala persona o no tiene ningún familiar, amigo o simplemente conocido que sea profesor o maestro. No voy a entrar en el fondo del conflicto, porque esto queda para otra ocasión, aunque sí diré que creo que en las dos partes hay razón. Lo que me interesa ahora es constatar que nadie hace nunca una huelga –bueno, nadie quizá sea excesivo, dejémoslo en casi nadie- por gusto y entre este nadie sobre todo están los maestros y profesores, porque viven un paro así como una dolorosa rotura, por su vocación. Porque dígase lo que se quiera pero sin vocación este oficio es un suplicio. Vale, los habrá, no digo que no, que solamente les interese cobrar la alta nómina –que lo es- y tener las muchas vacaciones –también es así- pero nadie en su sano juicio se mete a dar clases si no tiene vocación. Por supuesto que toda profesión u oficio tiene sus más y sus menos. Pero solamente hay un oficio que se dedica a enseñar a nuestros hijos durante al menos durante 13 años de su vida, entre los 3 y 16, a ser ciudadanos. Ese oficio se hace con, en general, mucha vocación especial, muchos menos medios, derroche de ilusión y gran eficiencia a pesar de que los demagogos usen el fracaso escolar contra los docentes. Un oficio para el que no todos, ni siquiera la mayoría, servimos. Para esos profesionales, la huelga es un drama. Por mucho que el señor Bauzá haga cómo si no lo supiera, estos profesionales merecen mejor trato que el que les ha dispensado.