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Queda fatal hablar de uno mismo, siendo periodista, de la profesión o de compañeros. Pero ¿qué quieren? Esta vez creo que se justifica. IB3 se muere. No es solamente un medio de comunicación público, ni se trata de si es prescindible –que sin duda- o no, ni siquiera se trata de los compañeros que la hacen posible y a los que van a despedir. Se trata de ver IB3 como el reflejo de nosotros mismos. De todos. De la sociedad isleña. IB3 está muriéndose porque eso y no otra cosa es que vayan a echar a la calle a un montón de profesionales. Pero no solamente es por esto. Es porque el Govern no sabe gestionar una radio y televisión pública. No le interesó para nada al principio. Luego quiso prácticamente regalarla a una empresa privada. Ahora, hace unos meses, descubrió que era su única ventana mediática amable. Así que la mantiene. Pero como está quebrado, la quiebra también a ella. Dijo que su presupuesto sería este año de 30 millones. En realidad, se ha superado el déficit en una tercera parte sobre el total, cuando debía ser solamente de un 3%. Pero es que, claro, en ese momento IB3 ya tenía muchos contratos vigentes, y el Govern debería haber sabido que era imposible cumplir con el objetivo que le imponía. Evidentemente no se cumplió. Y ahora con la excusa del imprescindible ajuste presupuestario, se echa a la calle a un montón de trabajadores y tendrá menos dinero para el próximo año. El resultado va a ser una televisión pública cada vez más cutre, más desasistida y con menos recursos que a su vez la desasistirán más, siendo cada año que pase más y más cutre. La pescadilla, su cola y tal y cual. La decadencia de IB3 es otro –uno más- de los espejos en los que tan bien se refleja nuestra imagen como sociedad. Hace solo, solo siete años aquí todo político con ínfulas quería su tele. La quiso Jaume Matas y hete aquí que Maria Antònia Munar y Francesc Antich se pusieron manos a la obra para conseguir la suya. No había periodistas suficientes, se importaron a mansalva; no había bastantes técnicos ni gestores televisivos, se contrataron afuera tantos como fueron necesarios; no había empresas productoras televisivas para satisfacer la demanda, se inventaron hasta decir basta… Solamente siete años y ahora sobra todo y todos: periodistas, técnicos, gestores, productoras… Se asesinó a la Radio y Televisión de Mallorca y se deja ahora morir de hambre y sed a IB3. Y a nadie le importa. Aquí unos necesitan la consigna de una televisión autonómica de otra región, otros se animan con los aquelarres ultra de una privada, los de más allá tienen la suerte de poderse suscribir a una plataforma y nadie tienen necesidad de tener una televisión propia, de todos, más allá de la común TVE. A veces uno se pregunta por qué no cerrará el Govern de golpe IB3. Al menos haría algo bien por una vez. Acabar con la cruel agonía a la que la ha condenado.