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Lo de la separación de Cataluña del resto de España empieza a tomar visos de ser posible. Al menos a juzgar por la reacción en la corte de la villa capitalina. Borbón va de mal en peor, metiendo cada vez más la gamba, pero es que ahora ya se apunta al festival de despropósitos Borbón junior. Y si solamente fueran ellos… El gobierno de Mariano Rajoy se ha dado cuenta de que en los centros de poder de Europa lo de la sacra unidad de destino en lo universal no les interesa en lo más mínimo. De ahí que haya implorado que la Unión se exprese con una sola voz. La suya, la del gobierno nacional español. Como si eso fuera a arreglar algo. Excepto dejar en evidencia tanto la debilidad neuronal propia como repartir por doquier certificado de validez de la segregación ajena. Lo comentó con certera acidez un diputado de ERC, dando las gracias al ejecutivo de Rajoy por haber inoculado así en todos los rincones de la Unión que la separación de Cataluña “va en serio”. Pero de todos las actitudes y manifestaciones en relación a la polémica de Cataluña, la más sabrosa ha sido la del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, quien dijo –y nadie le ha hecho rectificar- que sin Cataluña, España se vería abocada a salir del euro, a un desastre económico sin parangón y, en fin, a un situación que nos haría añorar la presente. Vamos, que cercenado el país de esa manera, el futuro patrio sería más negro que el betún. No le falta razón, a Gallardón. Es por esto que en Madrid se ponen tan nerviosos. Porque saben que si Cataluña huyera, le seguiría País Vasco y, a medio plazo, otras regiones sin lugar a dudas también. Lo que quedaría sería tan pobre que, como bien nos reconoce el ministro de Justicia, el futuro sería muy, muy negro.