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Mariano Rajoy al fin será presidente. A la tercera va la vencida. Como candidato ha sido pésimo. No solamente porque no es la alegría de la huerta sino sobre todo porque carece del gracejo de Zapatero, de la labia de González, de la decisión de Aznar o de la aplastante presencia de Fraga. Rajoy ha sido otro tipo de candidato. El anticandidato. El que está predestinado a perder. Pero aguantando –aguantar es ganar, que decía Camilo José Cela- ha conseguido llegar vivo hasta el punto en que el salero de antaño de su adversario se ha tornado inutilidad manifiesta a ojos de millones de españoles que le han huido. Algunos análisis de la izquierda pretenden quitar mérito a Rajoy porque “no ha ganado” sino que “ha perdido” el PSOE. ¿Acaso alguna vez es diferente? No, no lo es. Saber aguantar hasta que el adversario pierda es una virtud política que el virtual nuevo presidente ha sabido ejercer como ningún otro candidato. Bien cierto es sin embargo y como se ha dicho antes que Rajoy ha sido un funesto candidato. Lo cual no lo invalida para ejercer una buena presidencia. Es más: ahora mismo al menos inspira más confianza entre muchos más españoles,incluidos los que  no le han votado, que la que pudiera infundir Zapatero –nula-, Rubalcaba –poca- o cualquier otro presidente socialista. Ya veremos dentro de un año. Pero hoy por hoy el conservador da más garantías que cualquier alternativa. Por eso mismo tiene el gran apoyo que se le dio el pasado 20 de noviembre. No había otra opción. Cualquier otro escenario hubiera sido un desastre para el país. Tiempo habrá de evaluarlo, pero de momento Rajoy es el único capacitado para hacer frente al desastre económico dejado por el PSOE, a la crisis internacional y al reto territorial que plantearán los radicales vascos. Y si bien las dos primeras grandes cuestiones son las más importantes para todos los ciudadanos, la tercera puede ser al cabo ser la más relevante políticamente para el PP, porque la extrema derecha –Jiménez Losantos, Intereconomía y etcéteras- presionará muy mucho cuando negocie con ETA, lo cual hará como han hecho todos sus antecesores sin excepción, y con el futuro gobierno vasco por el nuevo estatuto.