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Algunas televisiones privadas se han convertido en un circo en el mejor de los casos y en el peor en focos infectos de contaminación ultraderechista. ¿Libertad de expresión? Por supuesto, pero respetando las leyes. No se debería permitir que en una televisión –que, recordemos, es concesión pública- aparezca un delincuente fugado vomitando de todo contra todos o que en otra día sí y día también se inventen mentiras con la intención de socavar la democracia. Esto no es libertad de expresión. Con estas bazofias no vale simplemente no mirarlas. No se mira aquello que no gusta. Con estas porquerías no se trata de cuestión de gusto. Aquello que arremete contra la convivencia, se mire o no, guste o no, tiene que ser erradicado por la autoridad. No es cierto que toda opinión sea respetable. Lo que hay que respetar es el derecho de todo el mundo a opinar, pero no es respetable, y debería perseguirse legalmente, la mierda de TeleCirco y la contaminación antidemocrática y ultraderechista.