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Deben lamentarse los muertos por el ataque de Israel al convoy de barcos. No hay duda que el gobierno del país judío actúa a menudo con un uso de la fuerza al menos desproporcionado. Pero no seamos maniqueos. En un conflicto como el de Palestina no hay nada inocente. Ni lo era el convoy en cuyo seno había declarados aspirantes a “mártires” contra el “infiel” y que no había pedido permiso cuando toda acción humanitaria a gran escalara se hace bajo acuerdo de la ONU o, al menos, de los bandos enfrentados si se trata, como es el caso, de una zona de guerra. Es triste que Israel actúe de esta manera, pero para mí lo es mucho más, amén de preocupante, la extensión en Europa del odio hacia el estado judío. Que no es ninguna hermanita de la caridad pero es la única democracia de la zona. Y extraño es, en fin, que tanto progre europeo esté dispuesto a enfocar más su interés sobre los defectos de la democracia israelí que sobre la perversa esencia de las dictaduras islamistas incluida la que se padece en los territorios palestinos que gobiernan los terroristas de Hamás, ésos, entre otros, que por ejemplo sojuzgan a personas por el mero hecho de haber nacido con vagina en lugar de pene.