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La ley de Amnistía de 1977 sirvió no para cerrar heridas sino para permitir que los poderos dictatoriales, todavía vigentes a la sazón, aceptaran la democracia que vendría inmediatamente después. Entonces fue imprescindible. ¿Y ahora? Lo del juez Garzón es pura anécdota. Lo esencial es que en este país ya es hora, más de tres décadas después, de derogar una ley que impide el resarcimiento legal democrático pleno de quienes fueron perseguidos por la legalidad de la dictadura. Además, así se permitiría con plenas garantías que se condenara, por simbólicamente que fuera, los crímenes –que son muchos y variados- del franquismo. En 1977 fue una ley pragmática, hoy es una de punto final que impide cerrar de una vez la profunda herida que abrió, no debe olvidarse, la rebelión fascista que alumbró la dictadura de Franco.