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Ciudadanos se encamina hacia su disolución al anunciar que no concurrirá a las elecciones generales avanzadas por Pedro Sánchez al 23 de julio tras la derrota del PSOE y la rotunda victoria cosechada por el PP de Núñez Feijóo en las municipales y autonómicas. El descalabro que el 28-M sufrió el partido naranja lo ha expulsado de los parlamentos autonómicos y de prácticamente todos los ayuntamientos donde tenía representación. Al hundimiento del partido se le añade la retirada de la portavoz en el Congreso, Inés Arrimadas. A pesar de los funestos presagios sobre el futuro de la formación fundada en 2006 para combatir el nacionalismo catalán, dirigentes críticos como Francisco Igea y Edmundo Bal, discrepan con el ‘hibernamiento’ hasta las elecciones europeas de 2024 y propugnan la redefinición de otro proyecto para ocupar el espacio de centro liberal.

Equivocaciones de Rivera y Arrimadas.

Los hechos son tozudos y dolorosos: los ciudadanos han dado la espalda a Cs por el convencimiento de que ya no es un partido útil ni eficaz. El partido naranja se dirige hacia la irrelevancia por sus propios errores, que tienen nombre propio: Albert Rivera primero e Inés Arrimadas después. Rivera se equivocó en 2019 cuando Cs obtuvo su mejor resultado: 57 diputados y más de cuatro millones de votos, pero rechazó el pacto de gobierno que le propuso el PSOE. La equivocación frustró la función de partido bisagra de centro liberal que le habían asignado los electores para moderar la política española y garantizar la gobernabilidad del Estado. Arrimadas continuó y acentuó la deriva hacia la derecha.

Un partido sin recursos ni ilusión.

Después del varapalo sufrido el 28-M, Ciudadanos carece de partido, recursos e ilusión para concurrir el 23-J. Pero este extraño paréntesis que anuncia hasta los comicios europeos del próximo año no puede convertirse en un autoengaño porque si un partido de ámbito nacional no puede presentarse a las elecciones generales, no tiene otra opción que su disolución.