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La temporada turística de este año lleva camino de prolongarse hasta la próxima primavera, así debe entenderse si se cumplen las previsiones que han realizado las compañías aéreas para el aeropuerto de Son Sant Joan hasta el primer trimestre del año que viene. Los datos son espectaculares, la oferta de asientos crece hasta los 6,5 millones –el aumento es del 11,1 por ciento–, mientras que la de operaciones alcanza los 42.153 movimientos, un incremento del 6,1 por ciento. Son todavía las proyecciones, pero reflejan que la ampliación de la oferta de Mallorca como destino vacacional también es factible para los meses de otoño e invierno. Los mercados emisores así lo apuntan, de otro modo las aerolíneas no hubieran advertido a AENA en este sentido.

Mallorca rompe techos.

En esta pospandemia la Isla está rompiendo todos los récords anteriores en materia turística, tanto en la cifra de visitantes como en el gasto generado. La ola, a pesar de los malos augurios económicos para 2023, de la demanda sigue subiendo; incluso en los meses considerados de temporada baja. El empuje del turismo urbano, en el que Palma ha logrado posicionarse con notable ventaja ante los mercados europeos, y otros emergentes, como puede ser el turismo estadounidense –los vuelos directos desde Nueva York han sido determinantes–, está consolidando, junto con el turismo vinculado al deporte, la ansiada desestacionalización de la actividad turística.

Encrucijada social.

El escenario para el que se prepara AENA contrasta con el debate social que se está generando con respecto a la saturación turística, una cuestión sobre la que es necesaria una amplia reflexión colectiva sobre qué camino quiere tomar Mallorca y sus habitantes de cara al futuro. Cada vez son más notorios los indicios de que no estamos ante un fenómeno coyuntural, el interés de los europeos por la Isla no cesa a pesar de los anuncios de crisis.