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Los datos sobre las reservas hídricas en Baleares son cada vez más preocupantes, la bajada de los niveles de los acuíferos es constante mientras ya hay municipios que se han visto obligados a aplicar restricciones. El problema no es nuevo, podría decirse que es crónico y agravado en las últimas décadas por el incremento de la población, tanto residente como de turistas. El otoño suele ser la temporada que alivia las reservas hídricas, imprescindibles a la vista de como se encuentran las distintas zonas si se quieren evitar las medidas más drásticas que contemplan los protocolos de actuación.

Recuperar la cultura del agua.

Atender la demanda de unas cifras de población tan elevadas, como viene ocurriendo, es un claro indicio de que el problema a resolver con urgencia se centra en evitar el despilfarro de un bien esencialmente escaso. Los consumos del sector turístico son exagerados, del mismo modo que todavía queda mucho por hacer en el sector primario para lograr la máxima eficiencia en los sistema de regadío. Es preciso recuperar la consideración del agua potable como un bien de primera necesidad y cuya disponibilidad está fuera de cualquier previsión, unos principios inherentes a la cultura mediterránea que se ha desvanecido casi por completo. Los esfuerzos de los organismos implicados en este sentido son todavía poco más que testimoniales.

Trabajar con previsión.

La actual red de desaladores de que disponen las Islas no podría atender la demanda, en todo caso serían un recurso para paliar los efectos durante una sequía extrema. Hace demasiado tiempo que se han descartado las ampliaciones de la red actual de desaladoras, mientras los problemas en determinados municipios se repiten cada vez con más frecuencia. Resulta obvio que la solución no está sólo en mirar al cielo, también hay que trabajar para adelantarse a los momentos difíciles.