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El alcalde de Palma, José Hila, acordó ayer suspender todos los actos vinculados a la Pride Week –Semana del Orgullo– y destituir a su concejal responsable, Sonia Vivas, de Unidas Podemos; la cual acabó renunciando a su escaño. La decisión abre una seria crisis política en el gobierno municipal de Ciutat, aunque el pacto de izquierdas podrá conservar la mayoría. Lo ocurrido es el colofón de una serie de despropósitos en el que las críticas por la organización del evento no cesaban: desde los vecinos de Santa Catalina, que protestaban por la localización en sa Feixina, hasta las desafortunadas declaraciones de su promotora, Kristin Hansen. El detonante, sin embargo, fue el comunicado de Vivas arremetiendo contra Neus Truyol, concejal de Més, por su rechazo a la Pride Week.

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Un estilo conciliador.

Hila siempre ha hecho gala de un estilo conciliador, consciente de la necesidad de mantener ajustados equilibrios en el seno del gobierno municipal. Sin embargo, la tensión interna en el grupo de Unidas Podemos –al que pertenece Sonia Vivas– y su enfrentamiento personal con el resto de los socios del pacto en Cort han estallado y han obligado al alcalde a prescindir de la polémica concejal del partido morado. El escenario político es la consecuencia de una acumulación de desencuentros frente a los que Hila ha tenido que contemporizar hasta que se ha alcanzado un punto de no retorno.

Renuncia pertinente.

Sonia Vivas ha acabado por corregir su intención inicial de continuar en Cort. Hubiera sido un error. Su trayectoria en la institución municipal ha confirmado a Unidas Podemos que su inclusión en las listas fue una equivocación. Es una lección de la que deberían tomar nota todas las formaciones políticas. La gestión pública no puede convertirse en un escaparate de egos personales. La marcha de Vivas añade algo de coherencia tras su atribulado paso por la política local.