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El presidente nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, lanzó este martes un claro mensaje político con su ausencia en el acto de toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de Castilla y León, primera comunidad en la que entre los consejeros de su gobierno figuran miembros de Vox. A la sesión de investidura sí que asistió Santiago Abascal, que criticó la ausencia del líder de los conservadores. El gesto de Núñez Feijóo no es baladí, es un claro mensaje sobre la incomodidad y desaprobación que le provoca la coalición regional con la derecha radical, inevitable para que Mañueco continuara en el poder sin tener que convocar unos nuevos comicios, ya que el PSOE se negó a abstenerse en el pleno de investidura.

La matemática electoral.

Lo ocurrido en Castilla y León, que en las pasadas elecciones el PP logró una mayoría insuficiente, es el primero de una serie de episodios futuros en los que las encuestas plantean una imprescindible coalición del PP y Vox si se quiere desbancar a la izquierda. Los sondeos plantean esta hipótesis en la práctica totalidad de las próximas confrontaciones electorales, desde las autonómicas –las más inmediatas podrían ser en Andalucía– hasta las generales y locales. Consciente de este peligro, la izquierda –PSOE y Unidas Podemos– centra su mensaje en bloquear cualquier acuerdo posible con el partido de Abascal.

Delimitar los acuerdos políticos.

La prevención contra cualquier formación no debe ser otra que su aceptación del marco constitucional y el compromiso en no retroceder en los avances sociales, este debe ser el espacio que debe quedar acotado ante cualquier tipo de acuerdo político entre distintos partidos; sea cual sea la ideología que defiendan. Es en este punto donde el PP debe dejar clara su posición, en este caso frente a Vox. Núñez Feijóo, de momento, se ha distanciado; una postura que el tiempo dirá si tendrá que rectificar.