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El arranque de la primera fase de la temporada turística, ligada a las fechas de la Semana Santa, ha evidenciado serios problemas que afectan al conjunto de nuestra industria y sobre los que es preciso prestar atención. La escasez de personal que denuncia la patronal de PIMEM para contratar a profesionales para bares y restaurantes y la falta de vehículos para atender la demanda que tienen las empresas de rent a car son caras de una misma moneda. Son advertencias de un límite sobre la capacidad máxima de turistas que puede recibir Mallorca y, por extensión, el resto de las Islas. Dar un mal servicio a nuestros visitantes es una opción que no puede contemplarse; supondría certificar nuestra defunción como destino estrella en el mar Mediterráneo.

Factores coyunturales.

En las actuales circunstancias no cabe duda de que existen elementos que explican este repunte extraordinario durante estas semanas, empezando por la consideración de Balears como un refugio seguro frente a la confrontación bélica en Ucrania. Esta situación coincide con el aparente fin de la pandemia y la recuperación del hábito de viajar. Es preciso detectar si se está ante una corriente temporal o si, por el contrario, los flujos van a continuar incrementándose de cara al verano. Hay que evitar que se pierda el marchamo de calidad que tiene en todas sus categorías nuestra industria turística.

Equilibrar el mercado.

Aunque pueda resultar complicado resistirse a la tentación, Balears no puede transmitir la imagen de un territorio saturado, con infraestructuras desbordadas e incapaz de atender la demanda turística. Tratar de resarcir las malas temporadas del pasado a corto plazo puede acabar convirtiéndose en una trampa de nefastas consecuencias de cara al futuro. Los empresarios del sector deben entender que las Islas tienen unos límites que no se pueden rebasar sin tener que pagar consecuencias.