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En una coyuntura tan crítica como la actual, el dato del incremento –un 32 por ciento– de la producción de energía eléctrica a base de energías renovables en Baleares adquiere una especial relevancia. Las aportaciones al conjunto del sistema van dejando de ser testimoniales o anecdóticas, aunque todavía se esté lejos de la autosuficiencia energética. La evolución evidencia que los avances logrados tienen una clara voluntad de continuidad, tanto a nivel de grandes explotaciones como a título individual. El cambio de modelo, como se ha advertido ya en ocasiones, tiene todavía algunos aspectos pendientes de resolver, como es el caso del impacto medioambiental y paisajístico.

Romper los esquemas.

El escenario actual ha sido posible gracias a una estrategia política decidida y auspiciada por la concienciación creciente por parte de la población sobre la necesidad de respetar el medio ambiente. El consumo de carbón o de derivados del petróleo está quedando obsoleto a pesar de que todavía haya países que mantienen viva esta opción. En un territorio limitado como las Islas, alcanzar la suficiencia energética debería ser un objetivo prioritario para el conjunto de la sociedad. Los avances tecnológicos de los últimos años han mejorado de manera sustancial la eficiencia de este tipo de instalaciones.

El impacto medioambiental.

Las energías renovables no son inocuas, pero su agresión sobre el medio ambiente es muy inferior a las tradicionales de origen fósil. Sin embargo, minimizar los efectos sobre el suelo rústico con los enormes parques fotovoltaicos sigue siendo una cuestión pendiente. A medida que avanza la opción en favor de las energías renovables, resulta indispensable favorecer la concentración de este tipo de centros productivos en áreas ya degradadas paisajísticamente, como pueden ser los polígonos industriales. También en este campo hay que innovar.