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Lograr que el buitre negro –el voltor– deje de ser una especie en extinción es, sin duda, un éxito que debe atribuirse al movimiento naturalista en Mallorca y al conjunto de la sociedad que ha asumido la protección de esta majestuosa ave –un icono de la Serra– desde que, en los primeros años de la década de 1970, apenas media docena de jóvenes comenzó la tarea de concienciación para evitar su desaparición. Desde entonces, salvar el voltor ha sido una labor que ha logrado un amplio consenso político e institucional durante décadas para convertirse en un emblema más de la lucha del ecologismo en la Isla.

Una victoria coral

Uno de los aspectos más destacables del proceso de salvación del voltor –el primer recuento apenas contabilizó veinte ejemplares– es la participación de muchas personas y organismos –públicos y privados–, además de las aportaciones científicas, que han conseguido multiplicar las parejas reproductoras en una tarea que no puede, en absoluto, darse por concluida. Preservar los enclaves de la Serra de Tramuntana donde anida es, en estos momentos, el aspecto más delicado para garantizar el futuro del buitre negro en Mallorca puesto que, como comentaba la bióloga Evelyn Tawes –experta mundial y directora de la Fundació Vida Silvestre Mediterrànea– son las personas las principales amenazas de la especie.

Nueva conciencia social

Preservar el voltor, con una población estabilizada de 332 ejemplares según el último recuento, es el resultado de una prolongada labor de concienciación ciudadana que se incorpora a la lista de grandes avances en la protección medioambiental. Una visión retrospectiva obliga a incluir la protección del buitre negro entre los episodios que más han contribuido a ampliar la base del compromiso social en favor de la conservación de la vida salvaje para disfrute de las futuras generaciones de mallorquines.