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Hasta sesenta ferias tienen previsto celebrar los diferentes municipios de Mallorca, una lista a la que en el próximo año se añadirán cuatro de nueva creación. La fórmula funciona. Los pueblos de la Part Forana tienen en este tipo de eventos un destacado reclamo para reactivar su economía, aunque sólo sea durante unos pocos días. La llegada de visitantes y el éxito de la mayoría de las convocatorias son innegables. Suponen un respiro para el comercio y la restauración local, además de la promoción exterior de la localidad. La innovación es el recurso más habitual de las nuevas ferias, una vez que ya se han agotado los pretextos históricos o los más tradicionales; una adecuación a los nuevos tiempos.

Cambios sociales.

El fenómeno que ha arraigado en las localidades de la Isla corre paralelo a los cambios de la sociedad, en los que el ocio y la movilidad marcan la demanda de la mayoría de los ciudadanos. Visitar las ferias se ha incorporado a la oferta de tiempo libre, una tendencia que los gestores municipales no quieren desaprovechar por los importantes beneficios que generan en la economía local. La Mallorca actual reclama variedad en sus ferias, desde aquellas que perviven desde hace centenares de años hasta las últimas, que alcanzan un nivel de especialización impensable hace sólo unos años. Se trata, en definitiva, de adaptarse a las exigencias de los momentos actuales.

Cuidar la calidad.

El incremento progresivo de ferias y eventos en los pueblos de Mallorca debe alejarse del peligro que entraña la saturación, un riesgo que sólo puede esquivarse si se evita la improvisación y la pérdida de calidad. La variedad actual es una prueba palpable de que cualquier tema concita el interés de los ciudadanos, pero siempre es exigible un mínimo de cuidado y de preparación cuando se ofrece el aval de instituciones públicas como son los ayuntamientos. Esta es la clave.