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Baleares encabeza el incremento del índice de precios al consumo (IPC) con un 5,7 por ciento, dos décimas por encima del resto del Estado. El dato confirma que la inflación está dejando de ser un fenómeno coyuntural y que, mes a mes, se está cronificando como un condicionante que arrastra la economía española; de un modo especial la de las Islas. Resulta evidente que el alza en el precio de los combustibles y su impacto directo en el valor de la luz ha contaminado el resto de los sectores y las subidas afectan a los productos más esenciales, aquellos que conforman la llamada cesta de la compra.

Baleares, islas para ricos.

A tenor de esta evolución, Baleares se está convirtiendo en un territorio en el que capas de la sociedad cada vez más amplias sufren los efectos de un empobrecimiento progresivo. Su capacidad adquisitiva sufre mermas constantes. Este proceso se agrava en un momento en el que la mayoría de los sueldos están congelados o con subidas que están muy alejadas de esta escalada. Las consecuencias en este sentido son inapelables. No detener esta espiral supone que sólo las clases más pudientes permanecen impermeables a este deterioro económico, al margen de los segmentos más populares de la población. Y no hay vaticinios de cuándo se romperá esta tendencia.

Medidas urgentes.

Uno de los aspectos más graves de la situación actual es la notable impotencia del Gobierno por controlar el deterioro de la economía. Las acciones anunciadas hasta ahora apenas han logrado reconducir a la baja la inflación. La rebaja fiscal no contrarresta los récords de la cotización de la energía eléctrica y sus consecuencias. Es un fenómeno del que España no es una excepción y que requiere una regulación específica a nivel de la Unión Europea. Con todo, es imprescindible actuar con diligencia. El tiempo va a la contra de la economía familiar y también contra las empresas.