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El hallazgo fortuito por parte de un grupo de excursionistas de un vertedero de botellas y cristales en las inmediaciones del Coll de sa Batalla, en el municipio de Escorca y en plena Serra de Tramuntana es otro ejemplo más del inadmisible comportamiento de unos pocos que agreden de manera estúpida y gratuita el medio ambiente; una actitud agravada al tratarse de una zona protegida. En las actuales circunstancias ya no puede argumentarse desidia o despreocupación para justificar este tipo de actuaciones que merecen un severo reproche social, además de la correspondiente sanción administrativa para sus responsables.

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Un esfuerzo inútil.

Arrojar en plena montaña centenares de cascos de botellas y cristales rotos es, además de una clara muestra incívica, un gesto que tira por la borda el esfuerzo conjunto de la sociedad mallorquina por acabar con los vertidos incontrolados. Además, se da la circunstancia que el Ayuntamiento del municipio afectado, Escorca, dispone de un servicio de recogida de vidrio en los restaurantes. Todo un dispositivo encaminado a evitar lo ocurrido que también supone un golpe a la imagen del conjunto de la Isla en el exterior si se tiene en cuenta la gran cantidad de excursionistas extranjeros que han contemplado perplejos este vertedero en un paraje considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Toma de conciencia.

El Consell de Mallorca, precisamente, quiere poner la Serra en el centro de los actos conmemorativos de la Diada de este año. Llevar a la conciencia de los mallorquines la necesidad de preservar todos los valores culturales, agrícolas, paisajísticos, sociales y medioambientales de la Serra de Tramuntana debería ser uno de los objetivos prioritarios de estas jornadas. Los autores de este atentado –al igual que los que perpetraron un hecho similar en Felanitx– ya no tienen cabida en la sociedad actual.