Jessica Stockholder en Es Baluard.
La artista estadounidense Jessica Stockholder muestra a través de sus Puntos cardinales su arte en Es Baluard Museu d'Art Contemporani.
Las obras de Jessica Stockholder (nacida en Seattle, Estados Unidos, en 1959 aunque creció en Vancouver, Canadá) muestran la compleja relación entre el espacio ilusionista de la pintura y la presencia física de la escultura. Interesada en el límite de las cosas y en cómo las entendemos, explora esta cuestión con relación a numerosos materiales y su intersección con las posibilidades pictóricas. Ese estado intersticial asienta su trabajo también en la confluencia que se da entre la instalación y la arquitectura, ya que siempre depende del lugar. En definitiva, su obra trata sobre la experiencia de mirar, una suerte de abstracción, uso del color o experiencia plástica que se proyecta como una manera de comunicar el mundo, convencida la artista de que cualquier imagen de algo implica abstracción si la pensamos como relación con la experiencia de ese algo.
El trabajo de Jessica Stockholder es paradigmático de lo que se denomina pintura expandida, esa pintura capaz de convertir el contexto en contenido al conquistar el espacio arquitectónico y provocar el paso de las dos dimensiones tradicionales de la pintura a las tres del espacio real, más la inclusión del tiempo del espectador, que necesita deambular por el espacio sin encontrar un punto de vista definitivo. Sin duda se trata de pintura, y en sus obras podemos hablar de fondo y de figura, de claroscuro, de color, de composición, de espacio, de ritmo…
Todo nos remite a elementos/conceptos de la tradición pictórica, aunque los materiales pueden ser calcetines, cinta americana, una tabla de surf, un fragmento de una cortina de ducha, una tela de un paraguas, una máscara ghanesa, una máquina de escribir, unas pesas o una alfombra diseñada por ella misma a partir de un cuidado diseño cromático. Es la pintura como realidad que permite ser penetrada, habitada. Pero una pintura que permite seguir hablando de pintura, aunque en muchos casos sea el espacio arquitectónico la superficie para pintar.
El uso del color desmaterializa las cosas y otorga ese valor pictórico que da entidad a la pintura, como refleja la presente selección de obras que datan de 2006 a la actualidad. Lo advertimos en sus piezas más íntimas, una suerte de ensamblajes de objetos casi siempre encontrados y reutilizados que acaban borrando sus cualidades de objeto a partir de la incidencia del color. También la luz artificial como estrategia pictórica incide en esa intención, en efecto de color. Más allá de la pintura, se prima así lo pictórico de cada objeto y, en extensión, la capacidad pictórica del espacio arquitectónico, que soporta la pintura como la pared al cuadro.
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