Los nuevos dispositivos de realidad virtual ofrecen un nuevo mundo cargado de posibilidades, alguna de ellas peligrosa o cuanto menos inquietante. | Wren Handman

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Para ser un genio no hay que tener una mente común. Palmer Luckey no la tiene, dado que de otro modo jamás hubiera invertido tiempo y dinero en crear lo que acaba de crear. Él se ve a sí mismo como «un entusiasta de la tecnología, escritor y modder», y entre otros méritos es el creador de Oculus, compañía estadounidense que desarrolla tecnología de realidad virtual, propiedad del gigante Meta de Mark Zuckerberg. Luckey acaba de crear un dispositivo que jamás verá la luz o al menos esa es su intención. Este punto conviene que quede muy claro. Ese dispositivo sirve para jugar a un videojuego de realidad virtual, aunque este es un juego a vida o muerte. Quien pierda todas las vidas, pierde la suya de verdad.

¿A qué obedece este ingenio, más propio de un relato de ciencia ficción? Precisamente la idea surge de una serie de novelas juveniles japonesas, Sword Art Online, que también se han adaptado al anime y han obtenido un gran éxito comercial, con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. En ese mundo se produce lo que podemos llamar como el Incidente SAO, cuando miles de jugadores de VRMMORPG, un videojuego de rol multijugador masivo en línea de realidad virtual, quedan atrapados por un científico loco dentro del propio juego. Jamás saldrán de él si no completan todos los niveles y cualquier fallo será letal.

Pues bien. Palmer Luckey decidió ponerse manos a la obra, y crear un dispositivo de realidad virtual que realmente pudiera matar al jugador que lo portara. Suena extraño pero él mismo lo relató de primera mano en su blog. Y por si había pasado desapercibido, lo publicó en Twitter, donde su publicación obtuvo miles de interacciones de usuarios y gamers, algunos más conocedores del trasfondo de Sword Art Online que otros.

«Quieres NerveGear, el increíble dispositivo que recrea a la perfección la realidad utilizando una interfaz neuronal directa que también es capaz de matar al usuario. La idea de vincular tu vida real a tu avatar virtual siempre me ha fascinado (...) Los gráficos mejorados pueden hacer que un juego parezca más real, pero solo la amenaza de consecuencias graves puede hacer que un juego se sienta de verdad, para ti y para todas las demás personas en el juego. Esta es un área de la mecánica de los videojuegos que nunca se ha explorado», menciona el gurú en su blog personal.

«La buena noticia es que estamos a medio camino de hacer un verdadero NerveGear. La mala noticia es que, hasta ahora, solo he descubierto la mitad que te mata. La mitad perfecta de la ecuación de realidad virtual todavía está a muchos años de distancia» añadió el creador de Oculus, una de las personas que probablemente mejor conozcan los entresijos del metaverso.

En la historia ficticia el dispositivo contenía un emisor de ondas que con una frecuencia concreta accionaba un explosivo que acababa con el jugador. «Soy un tipo bastante inteligente, pero no se me ocurrió ninguna manera de hacer que algo como esto funcionara, no sin conectar los auriculares a equipos gigantes». En lugar de ello encontró una forma de vincular la pantalla de fin de la partida con un disparador de cargas explosivas que «destruyen instantáneamente el cerebro del usuario». Sin estar del todo satisfecho, Palmer trabaja todavía en métodos que aseguren que su particular versión del NerveGear no pueda ser manipulado ni retirado por el usuario, una vez el juego haya dado comienzo.

Lo curioso de todo, y lo que debe alertarnos más, es que el propio Palmer Luckey apunta que algo así podría potencialmente llegar al mercado, como él mismo ha probado. Por ello describe con pelos y señales esta lección, «un recordatorio que invita a la reflexión de lo que pueden llegar a producir los caminos inexplorados en el diseño de juegos». Su primer ejemplo de no ficción de un dispositivo de realidad virtual que realmente puede matar al usuario «no será el último», vaticina. El creador de Oculus está convencido de ello, y sus últimas palabras son elocuentes: «Nos vemos en el metaverso».