El Elfo y el Vikingo, una tienda con joyas nórdicas ‘made in Mallorca’: «Muchas las hacemos desde cero en forja»

Miguel Ángel Portell y Judith Contioso viven en su propia villa vikinga, donde tienen su taller y se reúnen con su clan, Cuervo Guerrero

Portell fabricando los ancestrales cristales vikingos

TW
12

Es innegable que, ya sea a corto, medio o largo plazo, todos los objetivos y metas que uno se marca a lo largo de su vida culminan, de una forma u otra, en el ideal de felicidad personal. Algunos encuentran satisfacción en llevar una vida tranquila y sin preocupaciones, mientras que otros se sienten plenos cuando hallan un propósito en su trabajo o en un hobby. Para Miguel Ángel Portell y Judith Contioso, su ideal de felicidad no es otro que vivir de su pasión, una que, posiblemente, muy poca gente en las islas comparte: experimentar la vida vikinga y sus costumbres. Y es que, como artesanos, canalizan su fascinación por la cultura nórdica a través de la fabricación de joyería, ropa y utensilios antiguos, elaborados con los métodos originales que utilizaba este pueblo hace ya varios siglos. Venden sus creaciones en redes sociales y en un puesto ambulante que llevan a los mercadillos de Mallorca bajo el nombre El Elfo y el Vikingo.

Portell y Contioso, más conocidos por sus nombres vikingos Mickelsson Cuervo Guerrero y Judith Elfo Huesos, se conocieron hace más de diez años, cuando coincidieron en un puesto de trabajo. A él, desde muy pequeño, siempre le fascinó el pueblo vikingo, sus costumbres y todo lo relacionado con la historia de los hombres del norte. Ella, más espiritual, es afín al misticismo y al poder de las runas, antiguos símbolos nórdicos utilizados con naturalidad para atraer la buena suerte. Sin embargo, lo que ambos compartían era una profunda pasión por la artesanía, y de la combinación de ambos mundos nació El Elfo y el Vikingo, poco después de la pandemia: «Al principio costó un poco, porque no se podían formar grandes aglomeraciones y, quieras que no, en ocasiones necesitas contactos para entrar en mercados. Cuesta entrar, pero por suerte ahora nos va bien».

Portell y Contioso junto a su puesto de El Elfo y el Vikingo.

En cuanto a su formación, Portell comenta que tanto él como su pareja son completamente autodidactas, aprendiendo sobre la marcha todas las técnicas que han necesitado. Aun así, destacan que, para ellos, lo que más importa es la fidelidad de sus artesanías respecto a los objetos originales, por lo que su labor va mucho más allá del dominio técnico: «Cuando vendemos algo, intentamos explicar de dónde viene el producto. Siempre tratamos de estar informados sobre los últimos descubrimientos relacionados con el pueblo vikingo. Por ejemplo, el año pasado fui a una exposición en San Sebastián que recopilaba objetos de museos de Islandia, Noruega y otros países nórdicos. Eso después me sirve para replicarlos y hacer joyas lo más auténticas posible. También estamos en constante contacto con artesanos del norte».

Artesanía nórdica

Pasar por la carpa de El Elfo y el Vikingo es casi una experiencia en sí misma. La mesa tallada en piedra, las enredaderas y hojas que decoran los techos y los rústicos ornamentos atraen las miradas de los transeúntes, que al menos se detienen a curiosear sus singulares piezas. «A los niños les encanta», ríe Contioso.

En cuanto a la mercancía, la variedad puede llegar a ser abrumadora: desde cuchillos y herramientas hechas a mano, platos y cubertería de madera, anillos fabricados con la ancestral técnica del trenzado vikingo, hasta los conocidos cuernos de guerra que esta civilización usaba tanto para la batalla como para llenarlos de hidromiel. «Mucho de lo que hacemos es cien por cien artesanal, es decir, que lo creamos nosotros desde cero con los métodos más cercanos a los de aquella época; para eso tenemos nuestra propia forja. De todas formas, también contamos con algunos productos más manufacturados, pensados para quienes buscan algo más moderno, pero siempre les damos nuestro toque personal», explica Portell.

Muchas de las piezas las realizan desde cero. Arriba, un collar hecho con cristales vikingos; abajo, un anillo realizado con la técnica del trenzado vikingo.

Sin embargo, su producto estrella es, posiblemente, la elaboración artesanal de los cristales vikingos: una estructura de vidrio muy valorada en la sociedad nórdica por la delicadeza y precisión que exige su fabricación. Eran símbolo de poder y estatus. Portell los fabrica desde cero a partir de material reciclado, utilizando un horno especial como el que empleaban los vikingos, y los vende tanto de forma individual como en cuentas para pulseras o collares: «El encanto es que son imperfectos, no hay dos iguales. Siglos atrás se consideraban casi piedras preciosas. Estuve mucho tiempo aprendiendo a hacerlos, y al final lo logré a base de prueba y error. Se requiere una cierta finura que debe entrenarse».

A pesar de la buena acogida y los comentarios positivos que reciben, Portell y Contioso lamentan que todo lo relacionado con el mundo vikingo está poco valorado, incluso en los países del norte, donde aseguran que estas tradiciones están desapareciendo: «Nos resultó curioso que, cuando venía gente de Noruega, nos compraban mucho. Parece que estas artesanías tradicionales están desapareciendo allí. Para encontrar algo similar tienes que ir a pueblos o villas que aún conserven las técnicas».

Destacan además que su negocio ha traspasado fronteras, y que artesanos de todo el mundo se han interesado en sus obras: «Mantenemos contacto con gente de Ucrania, Polonia, México y otros países de Europa. Normalmente hacemos trueques: ellos nos dan algo suyo y nosotros les damos algo nuestro».

Una vida vikinga

La pasión de Portell y Contioso por la cultura vikinga va mucho más allá de El Elfo y el Vikingo, ya que buena parte de su vida gira en torno a las costumbres, estética y valores de los hombres del norte. Y como ningún vikingo que se precie puede estar sin su clan, fundaron el Clan Cuervo Guerrero. Aunque no participan del negocio artesanal, los miembros del mismo sí participan en pasacalles y batallas ficcionadas, que presentan en ferias y mercados. «Las espadas, aunque no tienen filo, están hechas de acero, y el escudo y el ropaje también pesan lo suyo. Hay que tener cierta experiencia y estar en forma para participar. Solo algunos del clan lo hacemos, pero hay una chica que está entrenando y seremos más», destaca Portell.

Arriba a la izquierda, la entrada a la villa vikinga de Portell y Contioso. Arriba a la izquierda, algunos de los miembros del Clan Cuervo Guerrero. Abajo, Portell y un compañero del clan en plena batalla.

Su vida cotidiana también refleja su amor por la cultura nórdica. Según sus propias palabras, viven en una «auténtica villa vikinga», donde el estandarte del Cuervo Guerrero da la bienvenida a un terreno decorado con motivos nórdicos, mesas y sillas rústicas de madera, donde celebran festividades paganas como Litha, la fiesta del solsticio de verano, u Ostara, celebrada durante los días de Pascua. Detrás del salón al aire libre se encuentra su casa, que alberga sus piezas más valiosas: «Nuestra cabañita es un pequeño museo de 50 metros. Al final, es un poco lo que hacían ellos: los vikingos se movían mucho y no tenían grandes casas. Allí tenemos todo lo que hemos acumulado en nuestros viajes y lo que hemos intercambiado con otros artesanos en trueques».

Por el momento, sus únicos puntos de venta son los mercadillos, las ferias y sus redes sociales, donde muestran sus últimas creaciones disponibles para la venta. No obstante, en el futuro planean lanzar su propia tienda en línea, con la intención no solo de vender sus productos, sino también de divulgar la cultura vikinga que tanto aman: «Hemos notado que cuesta mucho introducirse en esta cultura, y sobre todo preguntar y conectar con la gente. Afortunadamente, creemos que lo medieval está despertando cada vez más interés, y esperamos que siga creciendo en los próximos años».