Relevo en la Iglesia Católica

El alimento prohibido para los cardenales durante el cónclave para elegir al nuevo papa

Un destacado nutricionista italiano revela el estricto régimen alimentario durante el cónclave, donde curiosas restricciones históricas limitan incluso verduras comunes

Cónclave para elegir al nuevo Papa. | Foto: Murad Sezer

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Las miradas de millones de personas alrededor del mundo se dirigen estos días hacia la Ciudad del Vaticano, donde la tradicional chimenea anunciará la elección del sucesor del fallecido pontífice. El cónclave para elegir al nuevo líder de los católicos ha comenzado con un protocolo centenario que incluye reglas sorprendentes, entre ellas, un estricto régimen alimentario.

Los cardenales reunidos en la majestuosa Capilla Sixtina vivirán en un ambiente de aislamiento total durante los próximos días. Sin acceso al mundo exterior, sin visitas, sin prensa y sin dispositivos móviles. Todo parte de una tradición que busca garantizar la total independencia y espiritualidad del proceso de elección.

El menú papal

El prestigioso nutricionista Giorgio Calabrese ha diseñado meticulosamente el plan alimentario para los 123 cardenales electores. Según explicó en declaraciones recogidas por medios vaticanos, el día comienza con un desayuno tradicional mediterráneo: tostadas con miel o mermelada acompañadas de té o café. «La alimentación durante estos días debe ser cuidadosamente equilibrada», afirma Calabrese. «El almuerzo consiste en platos ligeros pero nutritivos, como pasta con tomate y albahaca fresca o risotto de verduras, seguidos de proteínas ligeras como carne blanca o pescado a la plancha, nunca fritos».

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Para los postres, la fruta fresca es la protagonista. Y, contrariamente a lo que podría esperarse en un evento de tal sobriedad, se permite una copa de vino. «El agua se bebe para hidratarse, el vino se saborea para alimentarse», explica el nutricionista, añadiendo un toque cultural mediterráneo al protocolo. Sin embargo, el menú propuesto por Calabrese es solo una recomendación. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las religiosas que administran la Casa Santa Marta donde se alojan los cardenales, tienen la última palabra sobre los platos que finalmente se servirán.

La prohibición de los espárragos: una restricción por respeto mutuo

Entre las curiosidades más llamativas del régimen alimentario se encuentra la prohibición expresa de los espárragos. A pesar de ser una verdura ligera, nutritiva y típica en la gastronomía mediterránea, este alimento no aparecerá en ninguno de los platos servidos durante el cónclave. El motivo de esta restricción no tiene nada que ver con simbolismos religiosos, sino con la pura bioquímica. Los espárragos contienen elevadas cantidades de compuestos sulfurados, principalmente ácido asparagúsico, que tras ser metabolizados producen moléculas volátiles responsables del característico y penetrante olor que se manifiesta en la orina tras su consumo. «Es una cuestión de respeto mutuo en un ambiente cerrado y espiritual», señala el liturgista Nicola Bux. Considerando que los cardenales comparten instalaciones sanitarias durante estos días de clausura, este tipo de consideraciones prácticas adquieren una dimensión de cortesía colectiva.

Otra restricción histórica, que se remonta al siglo XIII, es la prohibición de alimentos rellenos o cerrados. Esta medida, que excluye platos como pollos rellenos, empanadas o pasteles con relleno, tiene un origen práctico: evitar que se puedan ocultar mensajes o comunicaciones dentro de la comida. En la misma línea de prevención, todas las bebidas se sirven en recipientes de cristal transparente, para que su contenido sea visible en todo momento. Estas precauciones, que podrían parecer excesivas en el siglo XXI, reflejan episodios históricos de intentos de manipulación de cónclaves pasados.

«El cónclave no es un retiro placentero; es un tiempo de discernimiento intenso donde cada elemento, incluso la comida, debe estar orientado al bien común del cuerpo eclesial», explica Antonio Spadaro, director de la prestigiosa publicación 'La Civiltà Cattolica'. Un aspecto poco conocido del cónclave es que los platos son preparados y servidos por «laicos de confianza» que trabajan bajo un estricto juramento de secreto. Estos profesionales, seleccionados cuidadosamente, se comprometen a no revelar ningún detalle sobre las conversaciones o acontecimientos que pudieran presenciar durante su servicio.