Actor, monologuista, guionista, escritor, ilustrador, presentador… ¿en qué orden le gusta presentarse?
—Como ingeniero del entretenimiento. También podrías presentarme como ‘era pobre y ha tenido que aprender de todo’.
No hemos llegado al ecuador de 2025 y ya está anunciando fechas para 2026, ¿usted no para?
—Estoy de gira y además tengo una función de teatro en marcha. Con una cosa y la otra imagínate...
«Al público le digo que le voy a plantear un trabajo reflexivo en el que se lo va a pasar bien»
Véndame ‘Generacional’, ¿cuáles son sus ingredientes distintivos?
—Es generacional porque varias generaciones vienen a verme, he encontrado ese troncal que hacer reír a todo el mundo. Mi espectáculo no es un discurso boomer para boomers, aúna a varias generaciones.
¿Las situaciones que retrata sobre el escenario le describen?
—Sí, completamente, todo viene de algo. Es cierto aquello que se dice de que todas las novelas tratan sobre el que las escribe, y con los monólogos sucede igual. Hablo de cómo era mi padre, de cómo es mi madre, y de algunos mensajes que recibí en la infancia y me marcaron, como ese ‘ves con cuidado porque en la puerta de los colegios regalan droga’ (risas).
¿El dibujo de los personajes lo tiene delineado antes de empezar un nuevo show o se va construyendo sobre la marcha?
—Normalmente lo visualizas, construyes un personaje a raíz de cosas o personas que ves.
Decía Freud que el humor es emancipador…
—Creo que sí, tiene algo que te emancipa. Me costó leer su estudio, en el que enseña que el humor es disruptivo. Javier Cansado también me dio una buena definición: ‘El humor te cortocircuita de forma divertida el cerebro’. Y no estoy de acuerdo con los que opinan que el humor es terapéutico, yo al público le digo que les voy a plantear un trabajo reflexivo en el que se lo van a pasar bien. Es reflexivo y divertido, pero no terapéutico.
Hace algunas décadas, en España no había monologuistas sino cuenta chistes como Arévalo, Pepe da Rosa, Eugenio o Marianico el Corto, ¿su humor tiende algún vínculo con ellos?
—A mí me ha influido, es el humor que consumía, escuchaba las cassettes de esos artistas, crecí con eso.
¿La risa y nuestros miedos andan de la mano?
—Sí, trabajan muy cerca de los miedos, por ejemplo cuando te diriges al público descubres que hay un miedo ancestral al ridículo. Y con la risa puedes superar el miedo a la naturaleza, a la muerte...
Qué le resulta más humorístico: ¿Una comedia de Enrique Jardiel Poncela, una de Tom Sharpe o la carta de un restaurante del Paseo Marítimo de Palma?
—(Risas). Hay cosas que he leído que me han gustado mucho, como Dios, una comedia, de Woody Allen, que plantea todos los aspectos de lo que tiene que ser una comedia. También tengo un vínculo especial con La cena de los idiotas, le tengo mucho cariño porque pertenece a mi ADN como artista.
Los de su generación no tenían Netflix ni Internet para matar el tiempo, dependían de su ingenio.
¿Cree que es un hándicap o un acicate creativo?
—Hoy en día, teniendo todos los medios para ser inteligentes, en muchos casos se opta por la estupidez. Creo que si se tiene ímpetu cualquier generación se va a buscar la vida, tenga o no medios a su alcance.
Comentó en una entrevista que uno de los peligros de su profesión es el alcohol ¿lo ha sufrido en carne propia?
—Como espectador. A mí me cuesta mucho beber, me da migrañas. Hay gente que está cansada, las giras son largas y a veces tienes ganas de celebrar una buena función. En fin, todo esto va muy unido a la profesión de la noche y los cabaretes...
Al llegar al hotel tras el bolo, ¿la soledad le devora a uno?
—Después de una función estás exhausto pero cuesta quedarse dormido, para que me baje la adrenalina me pongo una película que ya haya visto, algo que no requiera mucha atención.
¿Se googlea de vez en cuando para saber qué se dice de usted?
—Sí, hago un ‘servicio al cliente personalizado’. Si veo una crítica con la que no estoy de acuerdo me pongo en contacto con la persona para que me razone sus argumentos. Mi hijo me dice ‘papá no entres ahí’, pero a mí me parece muy divertido. En redes hay mucha impunidad.
En la clase política, ¿España tiene la mejor cantera humorística?
—No, pero te puedo decir que hay cómicos que se dedican a ilustrar a políticos para tirar chistes y ni así lo hacen bien...
¿Valora más al humorista cuya obra sobrevive al tiempo por su texto en sí, o al que sigue haciendo gracia por su habilidad para expresarse?
—La comedia que pasa el tiempo, se repite y la gente sigue riéndose siempre funciona. Es la que más me gusta, pero es un buen debate lo que propones.
¿Ejerce la autocensura?, ¿hay temas que prefiere no tocar?
—No, la censura me parece un estímulo. Los temas tabús no existen en mi caso. Por ejemplo, yo hablo de pederastia, que es un tema tabú, pero lo hago con Batman y Robin y la gente se ríe.
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