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Cachitos de arte

Los mosaicos de Ruth Scheibler resignifican pequeños fragmentos de desecho en un arte abstracto con mensaje

La artista Ruth Scheibler posa junto a un cuervo, una de sus creaciones más impactantes en su taller de Palma | Foto: P. Pellicer

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Pequeños trozos de espejos, azulejos de baño y cocina, de frascos y vidrios de colores, de piezas fragmentadas de cerámica y gemas... Todos estos materiales sirven de lienzo a Ruth Scheibler para engendrar unos mosaicos que brillan como un Jackson Pollock. De los añicos hace esta alemana establecida en Palma toda suerte de objetos, desde un pájaro, una estrella o una flor, hasta un rostro o un colgante. Mozaikon es su marca y taller, el lugar donde ‘transforma la inmundicia en polvo de estrellas’, como diría Oscar Wilde.

Mientras charlamos reparo en el heterogéneo hilo musical que la acompaña, «mi trabajo es muy reiterativo y la música me ayuda a inspirarme», apunta. Suenan cantautores latinoamericanos, italianos y algo de flamenco, y justo cuando pensaba que no tenemos demasiado en común resuena con la vivacidad que lo caracteriza el Der Kommissar de Falco. Un hit con aroma ochentero inmune a los rigores del tiempo. Suena tan fresco como aquel remoto 1982, el año de Naranjito, en el que llegó al mundo. «Es un gran tema», desliza emocionada en un correcto castellano de marcado acento teutón, que me recuerda aquellos sketches de Monty Python imitando a sus compatriotas. Y eso que abandonó Alemania con tan solo 19 años. «Me fui a Italia a estudiar mosaico, hice una formación muy clásica y tradicional inspirada en las técnicas antiguas».

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Imagen de Ruth Scheibler en su taller de Palma.

En 2005 abrió su primer estudio en Venecia, «trabajé entre Italia y Francia durante muchos años restaurando iglesias». En el país vecino se desempeñó en la iglesia de peregrinaje de Lourdes, así como en otros mosaicos de Marsella y Lyon. También exploró su vena trotamundos haciendo murales en Chile y Colombia, hasta que la maternidad le cambió la vida. «Hice unas vacaciones largas con el bebé y al descubrir Mallorca decidí mudarme». Y aunque a veces imparte clases de mosaico en Alemania, «paso el grueso del tiempo en la Isla», donde atiende los encargos de sus clientes.

Ecos

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Sus mosaicos reúnen los fragmentos, los ecos de un pasado funcional que se resignifica en un arte abstracto con un mensaje que resiste el paso del tiempo. Al menos esas son las románticas y muy creativas razones que impulsan su obra. Pero lo que realmente la alienta es «la mística, la geología, la biología, los fenómenos físicos, la cosmología y la naturaleza... Un poco lo que es nuestro mundo». Asegura que hay una historia detrás de cada objeto. «Me gusta que sean decorativos pero, por encima de todo, deben contar una historia. Por ejemplo: si hago un mural con muchos pájaros de espejos, cada espejo refleja la realidad, y por tanto es una pieza de arte interactiva».