Tasio Fresneda, propietario del Karaoke Brisas Pub, un local pionero en Palma con cuarenta años de solera. | Pilar Pellicer

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Un cincuentón canta Strangers in the night con la voz cascada; otro madurito le dedica a su pareja Bailar pegados, mientras un grupo se prepara para el rescate emocional de un tema de Dirty Dancing. Hay quien arrastra los pies emulando a Michael Jackson en Billy Jean, y luego está el treintañero que entona los estribillos de Oasis con los ojos cerrados. Naturalmente, hablamos del karaoke. Una afición que vivió sus mejores días entre el ecuador de los 80 y 90, y más tarde fue languideciendo al ritmo que cerraban el grueso de locales. Pero algo ha cambiado. Hoy, los karaokes vuelven a estar de moda. Averigüemos el motivo.

Sí amigos, el karaoke vuelve a resurgir, quizá no con la fuerza arrebatadora de su década prodigiosa, cuando prácticamente podíamos encontrar uno en cada esquina. «El secreto de estar viviendo una segunda juventud es que ha enganchado a la gente joven», espeta Tasio Fresneda, propietario del karaoke Brisas Pub, uno de los escasos puntos donde aún se pueden estirar las sílabas micro en mano, para creernos, aunque solo sea durante tres minutos, una rock star.

‘Revival’

Fresneda nos da más pistas sobre las razones que impulsan este revival. «Además de cantar, las nuevas generaciones interactúan más que la clientela de los ochenta y noventa, que era más de estar estática, más comedida. A la gente hoy le gusta bailar y cantar en grupo, se sienten más artistas». Y otro aspecto a tener en cuenta: «A nivel cultural están más preparados, dominan el inglés y así es más fácil identificarse con las canciones». Atrás quedan un millón de noches amenizadas por El Último de la Fila, Hombres G y Loquillo, «ahora te piden temas más actuales, aunque aún hay gente que viene a cantar los clásicos, e incluso cosas más antiguas de la Pantoja o Víctor Manuel», desliza Fresneda.

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Tasio ‘echándose un cantecito’, como diría Kiko Veneno.

Hoy los karaokes cuentan con un aparato musical de última generación, «aunque inicialmente funcionaban con VHS, luego Laser Disco y más tarde DVD, ahora van con una app que te descargas, y en la mesa hay un código QR que te da acceso a las canciones, escoges una, la mandas al ordenador y esperas tu turno». El fondo es inmenso, «hay más de cuarenta mil canciones en diferentes idiomas... español, catalán, ruso, alemán, mandarín, árabe, coreano, francés, holandés, italiano, portugués, gallego, euskera…». Por lo demás, el procedimiento no ha cambiado, «cuando es tu turno te acercamos el micro y solo tienes que seguir el teleprompter».

Preguntado sobre el perfil de público, Fresneda responde que «hay muchos grupos de mujeres, más que antes, salen y se lo pasan genial. Son de mucho bailar e interactuar. También hay mesas mixtas. El patrón en todos ellos es que les gusta bailar. Antes eran más ‘paraítos’. Y también vienen muchos extranjeros. Desde la pandemia solemos funcionar como un restaurante, ahora el cliente llama y te reserva una mesa», concluye.