TW
0

Cuenta la leyenda que un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse; en el caso de Anna Lena Kortmann (1980, Alemania), el legendario cordel carmesí no le ligó a otra persona, sino a un arte tradicional, en principio ajeno: el cordat mallorquí. En Studio Jaia, -bautizado así en homenaje las mujeres creadoras, almas de la artesanía-, la arquitecta alemana, ya maestra artesana, se dedica al tradicional encordado de sillas y muebles, conservando la el arte pero sin ponerle límites, «cada artesano puede aportar algo nuevo y, manteniendo las raíces, todo se puede reinterpretar».

Kortmann estudió Arquitectura de Interiores en la Universidad de Mainz, siguió su formación en Melbourne y París, donde aprendió a trabajar la madera, y trabajó durante más de una década en Los Ángeles y Berlín, diseñando exposiciones de museo, arquitecturas efímeras o los interiores de restaurantes y oficinas. «Trabajé mucho tiempo en arquitectura y acabas dedicándote a la gestión de proyectos. Quería trabajar más con las manos y menos con el ordenador, y diseñar muebles. Además, la arquitectura es planificación y cálculo exacto; la artesanía permite la transformación de las ideas cuando se trasladan a la realidad», razona Kortmann, que trabaja en la Costa de Can Muntaner de Palma.

pbf040423001 (12).jpg

Llegó a la Isla en 2016, y la técnica del cordat llamó su atención en cuanto la conoció. Pero el flechazo por la artesanía no se dio hasta que, un año más tarde, mientras paseaba por el Mercat Artesà del Dia de les Illes Balears, observó como el mestre cordador Guillem Montserrat trabajaba en vivo. Tal fue la fascinación que le pidió a Montserrat que le enseñase las técnicas: «Siempre me ha fascinado la artesanía, y el cordat reunía mis pasiones por el mobiliario y los patrones. He aprendido la base de Guillem y su abuelo, pero el dominio tiene mucho de autoaprendizaje y experimentación», explica la artesana, que destaca por los patrones de sus diseños.

Además de patrones geométricos y tradicionales del cordat mallorquí, Kortmann se inspira asimismo en la arquitectura urbana: «Cuando veo algo que me gusta lo trasladó al cordat, como la fachada de mi antiguo taller en Pere Garau, o los elementos arquitectónicos del Parc Krekovic», explica Anna Lena quien, con este último diseño, el Tamboret Krekovic, logró en 2022 la segunda posición del Premi d’Artesania de Mallorca en la categoría Disseny e Innovació: «Fue un reconocimiento muy importante para mí, hace que me sienta parte de la Isla». Cabe destacar que ese giro a los patrones no se limita a la estética, sino también a lo funcional.

pbf040423001 (4).jpg

Y, como ya se ha mencionado, Kortmann mezcla la innovación y la tradición, en busca de muebles minimalistas y multifuncionales, de fabricación sostenible y local: «Las estructuras son minimal, e intento que no sean objetos definidos, es decir, que cada cuál le de el uso que considere», explica Kortmann que, aunque disfruta el trabajo manual, también lo desmitifica: «Es gratificante y logras momentos de inmersión. Pero en el mundo real, cuando esto es tu ofico, nunca es tan romántico como parece. Hay muchas otras cosas en las que pensar y que gestionar», razona la artesana, que además de su colección, fabrica muebles a medida, como elementos decorativos, cabeceros, puertas de armario, etc.

Al principio, Kortmann fabricaba las estructuras, pero con el aumento de los encargos recurrió a la ayuda del carpintero Pep Ribas. Ahora, ella se encarga de los acabados y del tratamiento de la madera, de roble europeo. Por su parte, las cuerdas son de algodón orgánico catalán, sisal y pita. Pero no todo es madera de roble, ya que Kortmann colabora con otros creadores de la Isla, como con los herreros de 2monos, con Amarar Tramuntana y su madera de pino local, o con la firma Lotusse, que próximamente trasladará los patrones de Kortmann a sus zapatos.